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Diáspora, en griego, quiere decir dispersión o diseminación de ciudadanos por el mundo.

«Estas migraciones, como un hecho socioeconómico, son también mecanismo de equilibrio».

La primera diáspora de la que se tiene registro, es la que ocurrió cuando el rey Babilonio, Nabucodonosor II del reino de Judá, conquistó Jerusalén y deportó a la clase dirigente hebrea; a ello siguió el éxodo de judios que dejaron Palestina a inicio del siglo III a.C. Las mayores diasporas de la historia, sin embargo, corresponden a los ciudadanos de África. De este continente, migraron y/o fueron extraídos, más de 100 millones de personas; en su mayoría, llegaron a Brasil, Estados Unidos, gran parte de las islas del Caribe, Colombia, Venezuela y Europa, en las últimas décadas.

El inhumano y trágico comercio de esclavos, se inició a comienzos del siglo XVI. Para el siglo XXI, los africanos aún emigran de sus países de origen. La principal razón es económica; aunque también por disputas tribales y motivos religiosos.

La India fue el segundo país con mayores migraciones. Fueron aproximadamente 17,9 millones que dejaron su tierra para alcanzar los confines del mundo. México, igualmente, ha sufrido una diáspora (y aún sigue) de más de 11 millones de habitantes, en su mayoría, con destino a territorio vecino, USA. Le sigue Rusia (10,8), por razones políticas primeramente y económicas en segundo lugar; China (10,5), Siria (8,5), Bangladesh (7,4), Venezuela (6.8), Paquistán (6,3), y Filipinas (6,1), entre otros. La diáspora es una conmoción social; implica el desplazamiento y desestabilización de grupos familiares de un país hacia otras latitudes diferentes a las de su origen; la consecuencia es una seria perturbación del tejido social y de su economía, pero fundamentalmente, es la causa de un profundo dolor que marca a la familia.

Estas migraciones, como un hecho socioeconómico, son también un mecanismo de equilibrio. Se trata de ciudadanos, viviendo en un país, económicamente muy subdesarrollado, que no puede brindar a sus ciudadanos oportunidades de trabajo dignas, para buscarlas en el exterior. En estos casos, la migración se presenta como una triste e irremediable «solución». También ocurren migraciones políticas, como la de Rusia (1915 y 1918), o la española en 1939, cuando se instauró en ese país un feroz y criminal régimen militar, el de Franco; o el de Cuba, a partir del año 1959, cuando se implantó en esa isla, la abominable y despiadada dictadura pseudocomunista de los Castro. También está el caso de Venezuela.

La historia tendrá que dar respuesta al cómo un país con un plantel de más de 90 instituciones y una comunidad universitaria superior a los 2 millones de estudiantes, es dejado por buscar nuevos sueños; O ¿cómo una nación con las mayores reservas petroleras del mundo y un relativamente elevado ingreso per cápita, puede ser abandonado?; O una nación con un potencial hidroenergético de los más importantes de latinoamérica, gran riqueza forestal, agropecuaria, minera e hídrica; y como una nación con una de las democracias más longevas de Latinoamérica, sucumbió ante el oprobio político y la destrucción económica, para optar por una diáspora, humillante y vergonzosa; ¿cómo pudo, más del 23% de los habitantes de esta hermosa tierra preferir el camino del exilio, por claras razones políticas unos, y obvias circunstancias económicas otros (hambre); ¿cómo pudimos ceder ante la tiranía, la ignorancia y la atrocidad? ¿Por qué razón permitimos ser sometidos o expulsados, humillados, empobrecidos y ofendidos, como nación y como individuos, sin levantar suficientemente la voz de protesta? Y lo peor, es que nuestro despertar, por mucho tiempo, fue perezoso, lento y extraviado, casi perdido.

Últimamente, sin embargo, se vislumbra luz al final del túnel; una que con fuerza, aglutina ciudadanos y revitaliza instituciones como la de los Derechos Humanos de Vente Venezuela, para auxiliar al caído o al expatriado; para ayudar a personas como Ildebrando Villalobos, testigo fiel de la tragedia que sufre todo venezolano que se atreve a buscar una «nueva tierra prometida», porque la nuestra nos está siendo negada.

 

Manuel García Tamayo. [email protected]

En Paria: pueblos abandonados por la diáspora, inseguridad y delincuencia