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Es impresionante cómo se ha tergiversado la historia y se repiten sin mayor análisis visiones erróneas. Eso ocurre con respecto a la Revolución Industrial y sus efectos sobre la calidad de vida de la población, especialmente para los pobres. Las imágenes que ilustran los libros suelen ser la de un gordo capitalista que explota a sus empleados. Un texto escolar subraya que «los salarios (de los obreros) eran tan bajos que solo permitían la estricta subsistencia».

Además, el enfoque presentado por muchos historiadores (en su mayoría intelectuales Socialistas) produce la impresión de que la pobreza de los obreros fue fruto del liberalismo económico -sustrato de la Revolución Industrial- y que gracias a los sindicatos se elevó su nivel de vida. ¿Cuánta verdad hay en dichas afirmaciones? Dilucidarlo es relevante porque las consecuencias de esa impostura se extienden hasta hoy.

No estamos sosteniendo que se miente sobre la situación de los obreros en esa época, sino que es anacrónica. Es decir, implícitamente se la compara con la actualidad y no con su realidad antes de la Revolución Industrial, que es lo acertado.

Los textos transmiten la impresión de que fue en esa época en que empeoró la situación de los desheredados. La verdad es lo opuesto: “la condición en la historia de los seres humanos fue mayoritariamente, la pobreza”. Lo asombroso fue que pudiéramos escapar de ella y que, en diversos grados, el bienestar alcanzara a la humanidad entera.

¿Qué permitió tal renacimiento? ¡El Capitalismo! con su máxima expresión, ¡El Liberalismo! que es una doctrina humanística integral. En consecuencia, abarca la esfera política, económica, social y cultural. La teoría liberal postula -y la experiencia confirma- que para derrotar a la pobreza se necesitan instituciones, ideas y valores que premien la creatividad tomando como centro la libertad individual.

Antes de la revolución mencionada, el hambre y las enfermedades diezmaban poblaciones enteras. Por consiguiente, que hasta inicios del siglo XIX los salarios de los obreros permitieran la estricta subsistencia, fue un gran adelanto con respecto a la situación anterior la industrialización, porque permitió aumentar la producción y así, crear nuevos empleos para que todos puedan vivir mejor. En los lugares donde hubo liberalismo, esto promovió la creatividad humana. Eso provocó descubrimientos, innovaciones e invenciones, que permitieron avances en medicina y en tecnología, que beneficiaron a todas las clases sociales.

Lo más sorprendente fue, que la revolución liberal modificó la sensibilidad social como en EE.UU. y comenzó a conmover la desdicha ajena, creciendo la filantropía. Antes, los menesterosos era un promedio del 95% de la población mundial y no eran considerados personas por las clases dominantes de las sociedades de la época, a pesar de poseer estatus legal y “derechos”, los cuales no siempre tenían efecto en la práctica. Cualquier película de reconstrucción de época muestra que vivían casi como animales, si lo comparamos con la actualidad.

Debido a la concentración de personas en las ciudades, surgió una clase media anteriormente inexistente como tal, diferenciada de la burguesia quien ya tenía siglos presente como ese estrato de enlace entre los extremos de la sociedad; aunque no se quiere decir que no haya clases sociales, sino que iniciaron nuevas profesiones, oficios o trabajos en general que llevaron a clasificar mejor la sociedad por su patrimonio. Hacia fines del siglo XIX, alrededor del 40% pertenecía a ese sector social. No fue por azar, sino por un crecimiento sostenido de las economías y las empresas en base al desarrollo y expansión de sus mercados y oportunidades de desarrollo, tanto Estatal como individual se vio esa calidad. El éxodo rural es consecuencia de que la vida urbana es preferible a la del campo, porque a pesar de sus inconvenientes, hay mayores oportunidades para progresar.

Es indudable que ha mejorado la vida de los asalariados. Los sindicatos suelen adjudicarse como mérito propio el alza de los salarios. Pero, ¿es verdad? Veamos. Ellos empezaron a actuar en las primeras décadas del siglo XX, bajo las banderas de la justicia social, la igualdad y las «reivindicaciones”, consignas impulsadas por la ideología de la izquierda en pleno auge a principios del siglo XX y después de la Revolución Rusa y el Surgimiento de la Unión Soviética como estado Comunista y ‘Proletario’, por tanto, los Sindicatos por si solos no son la causa de las mejoras producidas durante el siglo XIX. En rigor, los salarios aumentaron debido a la competencia entre empresas y la acumulación de capital derivada del ánimo de lucro. O sea, mediante el incremento de la riqueza en esas sociedades. Eso no se impone por decreto ni por presión de los sindicatos, sino que deriva de las instituciones e ideas liberales.

Entonces, ¿cuál ha sido el efecto de la actuación de los sindicatos? Más allá de impulsar la «lucha de clases» entre obreros y patronos o «Imponer» rigideces legales en el campo laboral y establecer salarios mínimos. Así se aseguran sus privilegios y puestos de trabajo y simultáneamente (sobre todo se aseguran su puesto los ‘sindicalistas’), pero a la vez obstaculizan la contratación de nuevos trabajadores. Los salarios mínimos dejan fuera del mercado laboral formal a los menos capacitados. Por consiguiente, se perjudica a los más débiles: los pobres, quienes no cuentan con las ‘conexiones’ adecuadas en el mundo sindical, los jóvenes a quienes marginan por su inexperiencia y las mujeres que frecuentemente son víctimas de discriminación a la hora de obtener empleos o beneficios contractuales y laborales. La lucha por un Salario o un sueldo, representado en una cifra fija sin posibilidad de competencia entre contratantes que al final beneficie al trabajador según su preparación y capacidad es más bien perjudicial para el mercado laboral.

En este sentido entonces, los sindicatos forman una especie de barrera en el mercado laboral. Si no presionaran -frecuentemente con violencia- para imponer esas leyes laborales, sería más fácil despedir trabajadores, pero también contratarlos. Sería menos frecuente quedar desempleado por largo tiempo. Lo cual demuestra que la solidaridad de los sindicatos con todos los trabajadores, no es genuina, es más bien una «Bandera» política que muchas veces no persigue las verdaderas «reivindicaciones» por las que dicen luchar.

En los países dónde la nación se gobierna bajo ideas liberales no es que no existan los sindicatos, de hecho si los hay, pero se orientan a la defensa ante la ley de los derechos laborales del trabajador y no a buscar la «lucha» para lograr «reivindicaciones», el trabajador que se siente descontento en puesto de trabajo simplemente puede buscar opciones en otras fuentes de empleo, para eso está el libre mercado, también aplica a lo laboral.

En lo político, el liberalismo combate la concentración del poder. En lo económico, sostiene que cada quien es el mejor juez para determinar qué es lo que más le conviene. Además, que la riqueza no existe por sí sola, sino que se crea; es fruto del esfuerzo individual. Por tanto, la interferencia del Estado es innecesaria y nefasta. En lo social, defiende que se viva de acuerdo a la propia conciencia, sin imposiciones externas. Y en lo cultural, promueve un ambiente donde todos puedan desarrollar libremente su potencial.

En consecuencia, los Sindicatos pueden resultar una antítesis a las ideas del Liberalismo. 

 

Andy Barreto.

 

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