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¿Por qué la oposición venezolana no ha logrado desalojar al chavismo del poder? Bien vale responder esta complicada pregunta con una respuesta corta y a rajatabla: Por un grave error de percepción.

Desde que el chavismo apareció en la escena pública, en febrero de 1992, se le creyó su fachada de movimiento político. Pero, nunca fue, realmente, un movimiento político.

El chavismo nace de un acto de violencia extrema. Cobró víctimas mortales, mostrando un fanático ensañamiento, propio de resentidos, dispuestos a asesinar a quien se le interpusiera.

Juraban actuar en nombre de una causa redentora. Burdamente abstracta, relacionada con el desquiciado plan similar al de los grupos de extrema izquierda, que a fines de los 1960, se negaron a pacificarse y participar en el régimen democrático surgido en 1958. 

La vía de la insurrección armada al poder se inspiró en el sorpresivo éxito de Fidel Castro en Cuba. Hasta allí, todo estaba claro. Pero los verdaderos motivos no lo estaban… ¿Para qué querían tomar el poder?

En ese punto comenzó a torcerse la percepción sobre este grupo conocido genéricamente como chavista cuando llegó al poder, tras una singular coyuntura electoral. En un contexto protagonizado por una mediocre y decadente clase política -en 1998- incapaz de entender y de defender la democracia.

Nada más al llegar al poder, el chavismo inició su gestión criminal disfrazado de proyecto político. Poco tiempo después, todos sus dirigentes, casi sin excepción, se han enriquecido súbita y delictivamente.

Detrás del supuesto proyecto “socialista del siglo veintiuno” se enmascaró su real intención: convertir a Venezuela en un Estado forajido. 

La economía criminal, así puede definirse, es lo que mejor describe el comportamiento del chavismo. 

Todas sus actividades son criminales. El narcotráfico, hasta convertir a la nación en un cártel mundial. La legitimación de capitales, transformando a las empresas públicas en colosales lavadoras de dinero ilícito a nivel mundial, donde los corruptos y delincuentes del mundo podían legitimar dineros mal habidos. Saqueo corrupto de los recursos públicos. Extracción ilegal de metales preciosos. Explotación clandestina de minería. Robo directo de propiedades privadas bajo la excusa de expropiaciones… La lista de “carteras” delictivas es muy diversa. 

Pero la oposición venezolana cometió el error de percibir al chavismo como un grupo como “político”. Creyó el cuento de la narrativa revolucionaria.

El boom de altos precios petroleros, a comienzos del siglo, dio al chavismo una inesperada masa de capital inicial. Lo primero fue corromper y convertir en delincuentes a los militares, mediante programas como el Plan Bolívar 2000. Pronto vendrían las demás modalidades criminales. La clase política ya podrida, derivó hacia más corrupción.

Desde el 2006, con la gran derrota plebiscitaria de la farsa-proyecto político, el chavismo comenzó su declive y decrepitud. Quedaba maquillar su horrible rostro criminal con la riqueza corrupta. 

El desprecio y repudio popular al chavismo creció a punto de cíclicas protestas masivas. Reprimidas con saña asesina, claramente tipificadas como de lesa humanidad por el Estatuto de Roma de 1995. Hoy, el chavismo es repudiado por la nación entera y hasta se odia a sí mismo.

No son políticos. Son criminales. Y actuaron como tales. Poco les importó que el país colapsara precipitado hacia la pobreza extrema, la hambruna y la desesperación. Un tercio de la población se marchó prácticamente huyendo. La nación se transformó en el remedo ruinoso, barnizado con propaganda épica de futuros luminosos, cada vez más cursis y ridículos.

@herreraleonber

 

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