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La supuesta espada de Bolívar es uno de los fetiches más adorados por los grupos políticos ideológicos extremistas, en Hispanoamérica. “Supuesta espada”, por cuanto no puede asegurarse por completo, que la filosa arma realmente le haya pertenecido. Pues, Simón Bolívar tuvo muchas, seguramente, incluyendo las que le obsequiaron mientras lo adulaban en vida.

El más reciente evento fetichista relacionado con la espada, fue el de Gustavo Petro, en su investidura como presidente de Colombia. Negado su uso en el festejo por el presidente saliente, Petro se impuso, con su “primera orden presidencial”, para exhibir el fetiche como símbolo de su autoridad y triunfo final.

La espada fue secuestrada por el grupo terrorista M19, donde Petro inició su trayectoria política. Elevaron así la adoración fetichista a su punto más alto. Desde 1974 hasta 1991, la espada fue convertida en prueba de herencia épica, hasta la disolución, es decir, hasta la derrota militar de ese grupo paramilitar. 

De modo que, ya investido, Petro intenta asociar la posesión de la espada como una venganza reivindicativa del M19. Una forma de afirmar que, al final, aquel movimiento ha triunfado.

El evento fetichista habría pasado relativamente desapercibido, de no ser porque el rey de España, Felipe VI, permaneció sentado ante el paso del “féretro” de cristal de la espada, durante el protocolo de investidura.

Los políticos españoles, simpatizantes de la corriente de Petro, elevaron en el parlamento español la acusación contra el rey, por falta de respeto ante la reliquia. La acusación no tiene base alguna, porque la espada no clasifica como símbolo oficial de la nación colombiana. Pero el escándalo es el objetivo no el procedimiento. Al igual que el fetiche, la propaganda lo es todo para estos grupos.

Poco después, Gustavo Petro cobra venganza de la “ofensa del rey”, en ocasión de la visita del presidente español, Pedro Sánchez, al presentarlo como “presidente” de la inexistente república de España, sabiendo que el nombre oficial de la nación es Reino de España.

Petro y sus socios que le apoyan, alrededor de catorce partidos de extrema izquierda, han optado por reeditar, nuevamente, el fetiche como consagración y logro. La política involucrada con los mitos. La racionalidad política atorada en la barbarie del pasado. Barbarie que regresa con actos atroces como la guerra de exterminio contra la nación ucraniana, por parte de la colosal maquinaria militar de Rusia, en manos de un psicópata genocida como Vladimir Putin.

El fetiche de Putin es la patria rusa. El de Petro, la espada. Ambos son, exactamente, el mismo: un fetichismo enfermizo y destructivo. La diferencia es de escala. El de Putín en plena faena militar genocida. El de Petro, apenas está comenzando.

 

@herreraleonber

Afiliado de Vente Dtto. Capital

 

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