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«La comida es un arma, cosificando al ser humano, transformándolo en una cosa, puede entrar en las ecuaciones de la economía». Eso dijo Herbert Backe ministro de agricultura de Adolf Hitler  hace casi 80 años.

Backe no era psicólogo ni psiquiatra, pero era un experto en economía agraria. Fue uno de los creadores del “Plan del Hambre”; plan que pretendía matar por inanición a millones de personas con el fin de asegurar suficiente comida para las tropas y el pueblo alemán durante la segunda guerra mundial.  De esta manera, Backe fue responsable de la muerte por hambre de 4,2 millones de personas; luego de terminada la guerra y ante el temor de enfrentar a la justicia, Backe terminó suicidándose.

Todo régimen totalitario sabe que manipulando y controlando las emociones del ser humano, sobre todo sus necesidades básicas, tales como la alimentación, sueño o descanso, salud, etc, es capaz de convertirlo en una “cosa”. Seguramente eso lo sabía Backe cuando revisó la obra de Abraham Maslow “Una Teoría de la Motivación Humana” aparecida en 1943. Por igual lo sabían los soviéticos quienes se lo transmitieron a la Stassi alemana oriental, estos a los cubanos y estos a su vez han aplicado esa técnica con sus propios ciudadanos por más de 60 años y la han  perfeccionado con los ciudadanos venezolanos durante los últimos 20 años.

Entonces, lo que pretende el totalitarismo venezolano es cosificar al ciudadano, es decir,  que el ciudadano vaya en contra de su propia esencia de ser humano. Despojarlo de su propia dignidad, que olvide que como ser humano es merecedor de lo mejor para él y su familia. Así pues, se trata de buscar dónde reside la diferencia entre cosa y persona.

¿Qué ocurre cuando una persona se siente tratada como un objeto?

Sobreviene un sufrimiento porque no se han tomado en cuenta sus sentimientos y sus emociones. Es decir, considera que ha sido tratado de una forma injusta sin ningún tipo de empatía. Esto es lo que ocurre cuando alguien se siente tratado como un objeto, sin ningún tipo de sensibilidad.

Pero la cosificación del ser humano va más allá de la pérdida de su dignidad; implica también su transformación en un ser anti social y eso ocurre cuando una persona no manifiesta ningún tipo de emoción en su vida y más que nada se encuentra abstraído de todo lo que le rodea. Ocupa la mayor parte de su tiempo en sobrevivir a cualquier costo, sin participar en relaciones amistosas o afectivas, perdiendo con ello el valor de la solidaridad.

Convertir al ser humano en una “cosa” produce lo que algunos expertos han llamado “Daño Antropológico”; un concepto que define al ejercicio del poder sin rostro humano. Dagoberto Váldes, un pensador cubano que ha estudiado el comportamiento social del ciudadano cubano durante los últimos 50 años lo define como “el debilitamiento, lesión o quebranto de lo esencial de la persona humana”. La persona es sometida a ciertas condiciones de sujeción y habiendo extraviado el norte y la esperanza, el individuo pierde la autoestima. También la ilusión por alcanzar objetivos, llevar adelante proyectos y mejorar sus condiciones de vida. En ciertos casos incluso deja de apreciar, de desear, de amar  hasta su propia existencia.

«los agresores intentan cambiar la historia, los referentes sociales, hasta el nombre de los héroes que el país tenía»

Al llegar a estos extremos, los sujetos se aferran solo a la esperanza, a su fe, a un ser superior poderoso y omnipresente que resolverá su mañana, a la carencia de necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad, su verdad; o como dice Gustave Le Bon en su obra “Psicología de las Masas”: “los pueblos viven sobre todo de esperanzas”.

En este contexto se han dado casos donde individuos adultos que han pasado toda su vida bajo este tipo de sistema sin rostro humano, al ser transferidos a sociedades con libertades, al ser llevados a un cine, por ejemplo, aun teniendo el dinero suficiente para escoger y pagar sus propias golosinas, han sido incapaces de hacerlo, delegando estas preferencias, gustos o satisfacciones en otro individuo. O también, como individuos luego de pasar una larga estadía presos y torturados, no son capaces de limpiar sus partes íntimas por si solos luego de realizar una necesidad fisiológica o usar cubiertos a la hora de comer. Estos dos ejemplos son solo una pequeña muestra de como la cosificación del sujeto puede producir daños irreparables en su psiquis.

Pero aún más, manifiestan los investigadores en este tema que los agresores intentan cambiar la historia, los referentes sociales, hasta el nombre de los héroes que el país tenía como tales y los principios por los cuales ofrecieron sus vidas. Incluso, intentarán cambiar o manipular tus creencias religiosas haciéndote dudar de tus principios teológicos. Cuando emprendes este camino terminas perdiendo la identidad y transitas a expensas de lo que se impone como ideal de “hombre nuevo”; lo que genera una especie de desolación, de sufrir una especie de anestesia del alma.

¿Qué podemos hacer ante semejante barbarie?

Tenemos que empezar por tomar conciencia del enorme mal que se cierne sobre las futuras generaciones, sobre nuestros niños y jóvenes. Tenemos que construir espacios de ciudadanía y reivindicar la política; una cultura política que ha sido afectada, debilitada por el miedo, la desconfianza y la miseria intelectual. Reconstruir nuestro tejido asociativo. Discernir y actuar. Rescatar nuestra memoria. Ir tras todo lo que el pasado puede testimoniar acerca de lo que han sido los valores, destrezas y logros de la humanidad a través del esfuerzo, del trabajo duro y honesto, de la creatividad y la innovación.

La formación autodidacta en valores dentro del hogar es vital para revivir nuestra cultura, nuestra historia, nuestras sanas costumbres. Enseñar a nuestros niños desde su más tierna edad la importancia de la libertad y la democracia, dos condiciones necesarias para lograr un individuo rebosante de dignidad y felicidad.

La humanidad a lo largo de 300.000 años, desde la aparición del Sapiens, sin duda ha tenido momentos oscuros, pero ni las situaciones más adversas, ni el más completo oscurantismo jamás ha podido con la luz del conocimiento y del progreso. Nuestro país está atravesando por un periodo oscuro, tenebroso, pero al final, la oscuridad no es más que la falta de luz. Entonces no permitamos ser parte de una ecuación que nos cosifique, no seamos parte de un sistema oprobioso, maligno, oscuro y tenebroso, hagamos brillar nuestros deseos de libertad a través de la acción y veremos como las fuerzas del mal quedaran tan ciegas que nunca más se atreverán a ni siquiera asomar su putrefacto olor en nuestra tierra.

 

Ramón Alberto Matute 

@VenteApure

 

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