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(Guanare. 15/06/2022) Desde la fundación de la república, y con la influencia de la independencia estadounidense, el factor que siempre suele acompañar una estructuración del Estado siempre ha sido si este se conformara de forma centralizada o descentralizada. Incluso suscitando siempre el “craso error” de fomentar divisiones en la población llevando a las guerras civiles, por lo que Suramérica ha sufrido tanto, en múltiples ocasiones.

Nuestro país ha sido inmaduro en el momento de analizar con rigurosidad estos temas, específicamente en las consecuencias que suelen traer un modelo con ciertas características tomando en cuenta nuestra idiosincrasia. Por historia, debemos mencionar que Venezuela tiene una trayectoria ominosa con el tema militar, sabemos que los golpes militares son cuestiones cíclicas que además siempre van acompañadas de constituciones que dan legitimidad al paradigma de turno, por lo tanto, aunque se han podido consolidar democracias, parece que cada cierto tiempo las figuras heroicas de “orden y progreso” suelen aparecer para deformar lo previamente establecido.

Debemos resaltar que a lo largo del tiempo son los estados centralizados son los que aparentemente suelen ocurrir cosas de esta naturaleza, en consecuencia, el poder que siempre pervierte en mayor o menor medida, suele encarnizar una pasión por “tomar el trono”, que de momento suele ser modelos presidencialistas, llenos de atribuciones y con un poder supremo sobre el territorio nacional. Es que de forma sencilla un cargo de elección popular puede ser el detonante para un sistema que carece de métodos efectivos para el irrestricto control del poder, se encuentre con su espada de Damocles.

La Venezuela que conocemos, centra su mandato en la capital del país, Caracas, bastión de los monarcas modernos, que ven en un modelo de gobierno su debilidad principal que además es su “característica de mayor fortaleza”, la ¡concentración del poder! Es indudable que la influencia en que exista “26 constituciones” en su mayoría centralizadas es una bofetada histórica sobre los cambios políticos y de administración que deben comenzar a formarse para que por fin le demos una vuelta a la página a los poderes absolutos o fáciles de burlar su control.

Si descentralizamos a la nación, descentralizamos el poder, aunque exista personas que creen que tener en una mano el poder de controlar zonas muy alejados de su influencia pueda ser mejor que, estos mismo tengan cierta autonomía sobre lo que ellos consideran que debe hacerse.

Como lo decíamos en un principio es un tema muy histórico pero revisado sin rigurosidad, me atrevo a decir que si la Gran Colombia fuese sido descentralizada el proyecto fuese tenido mayor duración en el tiempo evitando la propagación de caudillos.

En términos jurídicos la descentralización ha sido concebida como la redistribución política, administrativa y financiera de los poderes del poder público entre los tres niveles de la jerarquía territorial de gobierno: nacional, estadal o regional y municipal o local, medianamente establecido en la Constitucional de 1999, pero sin el respaldo social, y de proyección real de campo, por lo tanto para un futuro Gobierno democrático que desee sentar bases perdurables su función fundamental debe ser la descentralización a una escala palpable para la ciudadanía, con un esquema jurídico fundamentado en la de países donde este sistema funciona con las garantías jurídicas de que habrá un gobierno federal con incidencias mínimas para preservar los fundamentos que inspiraron la independencia sin mayores concesiones.

Los Estados en Venezuela tienen la peculiaridad que desean ser independientes, existe en proceso, un cambio radical de pensamiento donde la descentralización pudiera convertirse en un motor para la economía; menos Estado, mayor autonomía económica”, es la idea recurrente entre el sector empresarial porque saben que dará mejores rendimientos aumentando la competencia, en términos sociales permitirá una especialización territorial sobre las condiciones de dinamismo social que podría incentivar el paradigma futuro sobre nuevas legislaciones estadales.

Las predicciones de lo que sucedería en este cambio son esperanzadoras, pero solo podrán ser llevados a cabo bajo la premisa de un gobierno democrático, con Estado de derecho y justicia, con pretensiones bien intencionadas sobre el futuro de la nación, sentando las bases de una nueva nación, “una tierra de gracia”.

Gabriel Pérez

Coordinador Estadal Juvenil de Vente en Portuguesa

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