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“El hombre como raza, un ser imperfecto cubierto de ciertas virtudes dotadas por el creador, con la inteligencia como para vivir en sociedad y el poder de destruirlas, es esta característica nuestra espada de Damocles”

 

Hemos sido capaz de crear la rueda, los canales y sembrar para dejar de vivir como nómadas. Creadores de hazañas arquitectónicas a lo largo del tiempo, pero sea tal vez este el invento más temido por su poder sobre los hombres; El Estado.

¿Podemos en la actualidad escapar de los tentáculos de la administración pública? ¡Parece que la respuesta es un rotundo no!, debemos ser capaces de ver a una bestia de mil cabezas a los ojos y reconocerlo, o así pensaba lamentablemente. Hace 23 años surge en mi país la última cara del bastión del Kraken (leviatán de Thomas Hobbes); un relato casi imperceptible de la fantasía y la realidad, es así como comienza nuestro calvario.

Sería imposible no persuadir al lector de que este Monstruo no nace exactamente hace 23 años, sino hace más de 6 décadas; pero que tiene una maduración más rápida a partir de 1999 con la profundización de la estatización.

El ciudadano consiente de la Venezuela decente, debe conocer que el Estado no es un promotor de la riqueza, pues este es ineficiente y contradice nuestra naturaleza humana de innovación, competencia, solidaridad voluntaria; este esfuerzo suele verse reflejado en la sociedad.

Él, “la bestia” tiende a distribuir riqueza que no genera; proyectándose virtudes que no le son propias, pero aunado a ello, refleja ciertos defectos, que aquejan al ser humano; codicia, corrupción, competencia desleal, autoritarismo, mercantilismo, represión y maldad. Es por todas estas razones que el Estado no es algo abstracto como diversos libros lo describen. El economista chileno Axel Kaiser menciona una frase llena de verdad y es que: “El Estado son personas de Carne y hueso”.

Cuando uno entiende las facultades de que son dotados los ciudadanos que conforman la Administración Pública, entiende el grave peligro al cual nos enfrentamos. El historiador inglés John Emerich Edward Dalberg-Acton lo refiere con esta frase: «El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Es una frase muy utilizada por estadistas angloparlantes, pero que poco se conoce en mi país.

Tras varias décadas en sistemas donde el Estado es visto como un benefactor, es difícil hacer entender a la población de los peligros de este. Aunque inevitablemente se pueda conseguir en cualquier aspecto de la vida con este Monstruo, le es indiferente. Un caso muy peculiar es que en este país se le teme por igual a los funcionarios de seguridad y a los criminales que a veces llegan a tener una moralidad superior a los primeros. Es una clara demostración de que el Estado puede ser abominable y debe temérsele.

Es fácil escuchar en los rincones Universitarios que el sistema de Justicia regido por la Carta Magna es una maravilla y que son las personas, las culpables. Que no llevan a la práctica nuestras leyes y se vocifera que tenemos de los mejores sistemas legales del mundo; aunque muy poca práctica de ello sea visto. Será acaso que no se dan cuenta de que las leyes son papeles vacíos cuando no tienen el sentido de la ley, del cual Bastiat se refiere: “La ley ya no es el refugio del oprimido, sino el arma del opresor.

Es curioso preguntarse ¿Cómo un sistema tan elocuente y aparentemente perfecto para la época que vivimos no se refleja en la sociedad? En lo que a mí respecta, esa afirmación no es cierta. No es el mejor del mundo y tampoco está cerca de serlo; es un libro que perdió el enfoque sobre lo que es realmente el Estado, y tiende a ser desorbitante con las facultades de este, además que hace cierta aquella afirmación que dice: «Hay gente que cree que el saqueo pierde toda su inmoralidad tan pronto como se legaliza”. Pero en esta oportunidad me quiero enfocar en la humanidad que rodea al Estado y en su imperceptible camuflaje que hace que mis compatriotas lo vean como una estructura magnánima y no como un mal necesario.

Algunos creen que el Estado debe ser solidario con los que menos tienen, pero con el dinero de otros que saca de sus bolsillos por la fuerza, perjudicando al que tiene mérito por su riqueza.  Una frase que resuena al observar este planteamiento es otra de Bastiat que se refiere a este tema en específico: “La solidaridad es espontánea o no es solidaridad. Decretarla es aniquilarla». Estas palabras no son más que una profunda reflexión sobre lo que el Estado no es, pero aparenta.

¿Cómo podría ser el Estado algo perfecto si nace de la imperfección? ?Acaso no debe ser temida una institución que maneja el monopolio de la fuerza y la ejerce a su voluntad? No es coincidencia que Venezuela tenga récord en constituciones cuando se ha ejercido todos los tipos de “Super Estados” para ejercer por la fuerza lo que el mismo sentido de la ley debe dar: Justicia.

Me temo que tal vez sea muy tarde para algunos venezolanos que por ignorancia o comodidad, desean ver al Estado como algo que no es, y que no nació para ello. No es gerente de empresa, no es empresario y tampoco es una fundación.  Me temo que aunque observan los estragos de su negligencia creen inocentemente que es un error en alguna falla de la matriz, y no un proceso natural que sucede cuando personas tienen un poder casi ilimitado; no solo le pasó a Venezuela; así mismo lo fue Cuba, Nicaragua, URRS, etc. Todos aquellos que han creído que el Estado no es un monstruo al que debe colocarse poco poder y funciones para que no rompa las cadenas que se le colocan para tratar de frenarlo.

Para esta bestia no es suficiente la separación de los poderes o el Estado de Derecho ambiguo. Hitler, Mao, Chávez, Ortega, Putin, Lula, Castro… llegaron al poder de una forma democrática con la simpatía popular y apegadas a Derecho.

@gaboxeduardo

Coordinador de Formación de Vente Joven Portuguesa

 

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