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Durante una conversación informal con un grupo de amigos, uno de mis contertulios me pregunta ¿En qué momento perdimos la democracia en Venezuela?

Lo cual me hizo reflexionar para responderle que nuestra democracia fue un proyecto en construcción que nunca llegó a consolidarse.

Desde hace muchos años se han evidenciado las fallas democráticas en Venezuela. Al punto que la democracia en nuestro país ha tenido un apoyo superficial, y en una gran medida, es respaldada por los ciudadanos debido a los beneficios materiales que las personas esperan de ella y no precisamente por los valores que la democracia defiende, tales como: Libertad, respeto e igualdad ante la ley, pluralismo y participación ciudadana, entre otros. Es decir, que estamos en presencia de un apoyo transaccional del tipo “doy para que des”, ¿cuánto me darás por votar por ti?».

Esto sirve un poco para explicar la aberración de la llamada compra de votos en tiempos electorales, que constituyen un delito electoral por partida doble.

Esta realidad nos obliga a reflexionar profundamente sobre este tema, la realidad es que el debate público de ideas fue sustituido por falacias argumentativas vacías y por un vulgar populismo que no contribuyen al fortalecimiento de las instituciones democráticas, y por el contrario, terminan socavándolas.

Cada vez es más frecuente observar conductas de los dirigentes políticos moverse bajo premisas altruista-colectivistas, y por el buenismo, para vender la idea de su supuesta bonhomía a los electores para acceder al poder y una vez allí, son incapaces para satisfacer las necesidades y resolver los problemas de la gente, al contrario, terminan agravándolos.

Este buenismo político procura generar una sensación de aparente bienestar, pero en la práctica no hace ningún bien sostenible en el tiempo, dicen cosas para hacer sentir bien a las personas, pero no hacen el bien. Ya que acostumbran a los ciudadanos a recibir dádivas gubernamentales, de las cuales se hacen dependientes, desestimulando el trabajo productivo y en muchos casos, la capacidad de valerse por sí mismos, al hacerlos dependientes de estas dádivas, que en realidad son mecanismos para el control social.

En este punto es imperativo recordar que no hay dinero público, solo dinero de los contribuyentes, como señaló en su oportunidad la Primer Ministro Británica Margaret Thatcher. Entonces, si el gobierno quiere gastar más dinero, solo puede hacerlo a través del endeudamiento o aumentando los impuestos.

Todo esto nos hace llegar a la conclusión de que los venezolanos estábamos condenados a llegar a esta situación, debido a la tozudez de la dirigencia política en reconocer los errores cometidos y en consecuencia, no enmendarlos. Son muchos los dirigentes y activistas que se limitaron a rememorar al pasado, sin entender que el futuro se construye con las acciones del presente y no con los recuerdos del pasado.

Estas razones explican el porqué Venezuela nunca gozó de un sistema democrático pleno. A partir de la caída de Pérez Jiménez fue una transición a la democracia, que solo llegó a ser una democracia defectuosa (flawed democracy).

El término democracias defectuosas se refiere a los regímenes en transformación que no han llegado a consolidar una democracia plena o liberal. Son consideradas como democracias electoralistas, donde se realizan elecciones libres, imparciales y frecuentes, pero incapaces para resolver los problemas y necesidades de los individuos, en la mayoría de los casos por su vocación colectivista en el cual impulsan un sistema económico que propugna la propiedad colectiva de los medios de producción, nacionalizando y expropiando propiedades y empresas que en lo sucesivo estarían controlados por el Estado, bajo la premisa de distribuir la riqueza entre los individuos. Con lo cual atentan contra la propiedad privada y el libre mercado, que desincentiva la inversión privada y el desarrollo de la nación, y que finalmente derivan a regímenes autoritarios, competitivos o hegemónicos, tal como el que hoy regenta Venezuela.

En este punto, es necesario entender que jamás un puñado de burócratas sentados en las oficinas gubernamentales, podrán ser más efectivos e inteligentes que millones de ciudadanos, consumidores, dueños de pequeñas y grandes empresas, quienes toman millones de decisiones y transacciones en cada momento, tales como las que cada día realizamos millones de ciudadanos, consumidores, emprendedores, empresarios. Su sola pretensión representa la negación y constituye un atropello a los derechos individuales de las personas, y cómo bien lo expresa Ayn Rand en su libro, La virtud del egoísmo: “Quienes rechazan los derechos del individuo no pueden pretender, defender o sostener derecho alguno”.

La oferta política presentada al país en los últimos 60 años se ha caracterizado por su vocación socialista, nos hemos paseado por los socialistas democráticos, a quienes identifico como socialistas vegetarianos, y los socialistas carnívoros, que son depredadores antidemocráticos como los que hoy oprimen a los venezolanos y expoliaron nuestras riquezas para convertirnos en un país de esclavos.

El tema es muy complejo, por años se le ha sacado el cuerpo a la discusión para abordar el problema, pero eso debemos cambiarlo; el primer paso para resolver un problema, es reconocer su existencia.

Los ciudadanos tenemos un rol estelar que desempeñar en estos momentos, para lograr persuadir a los dirigentes a que cambien sus imposturas, porque como diría Sir Winston Churchill en una oportunidad, “quienes no cambian de opinión, nunca terminan cambiando nada”.

@pgalvisve

El fracaso de la política en Venezuela – Por Pedro Galvis