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El significado clásico de la política deriva del adjetivo de polis (politikos), que significa todo lo que se refiere a la ciudad, y en consecuencia: ciudadano, civil, público, y también sociable y social.

El término ha sido trasmitido por influjo de la gran obra de Aristóteles titulada Política, como muy bien nos lo señala el maestro de la ciencia política Norberto Bobbio.

Por siglo se ha empleado el término política predominantemente para indicar obras dedicadas al estudio de aquella esfera de actividad humana que, de alguna manera, hace referencia a las cosas del Estado.

En la Edad Moderna el término perdió su significado original, poco a poco sustituido por otras expresiones como “ciencia del estado”, “doctrina del estado”, “ciencia política”, “filosofía política”, etc. Y se emplea comúnmente para indicar la actividad o el conjunto de actividades que tienen como término de referencia la polis, es decir el Estado.

En esta ocasión, pretendo llamar la atención acerca de la forma de concebir la política en los momentos actuales, especialmente en Venezuela. 

La grave crisis política institucional que padecemos, ha afectado los espacios de participación ciudadana.

La falta de respuestas institucionales a las demandas de la gente, como parte del modus operandi del régimen en su afán de empobrecer cada vez más a los ciudadanos. Como su forma de sometimiento y dominación, dando lugar al surgimiento de iniciativas autónomas de gestión de bienes colectivos.

Esta nueva expresión de la cuestión social en los últimos años en nuestro país obligan a repensar la política y por ende las acciones de los políticos.

La concepción de la democracia en Venezuela ha sido trastocada. La visión democrática que se entiende como una forma de gobierno de representación política donde se supone que los individuos eligen sus representantes políticos y exigen cuenta, dejo de existir.

El voto dejó de ser para los venezolanos el instrumento a través del cual elegían sus autoridades.

El voto solo se usa para imponer los candidatos afectos al régimen.

Esto ha dado lugar a que los individuos persigan sus propios fines, y junto a otros busquen satisfacer necesidades compartidas con o sin la colaboración de las “autoridades políticamente constituidas”.

Que las cosas sean así, a mi modo de ver, nos obligan a una mayor concientización política del momento que vivimos y por ende a plantear salidas a esta situación.

En lo personal, considero que lo que hay que hacer es concebir la política como la concibieron los clásicos griegos, o sea, como una condición humana. Y a la sociedad como un espíritu “público” en movimiento. Pues la actitud que han asumido los venezolanos ante la incapacidad, insensibilidad que muestra el régimen para dar respuestas a los problemas (que lejos de resolverlos, los agrava), es la de activarse.

Buscar reinventarse, es decir, hacer política como la planteaban los clásicos. Lo que exige un liderazgo claro en la comprensión de esta realidad y que dé respuestas a estas nuevas expresiones de lo social.

Para cumplir satisfactoriamente con estos cometidos, se requiere de un liderazgo comprometido, consustanciados con estos principios y formados para dar una lucha política contra un régimen que no actúa políticamente.

Debemos tener claro que somos los hombres quienes damos sentido a la historia y que también somos nosotros los que creamos o destruimos oportunidades. Es así que estamos obligados a formar líderes que sirvan de antídoto a los males que asechan a la democracia y a la libertad en Venezuela y en nuestra región.

Tenemos que redefinir la política, gerenciar en razón de la demanda primordial de los venezolanos: resolver la dramática situación que se vive. Al tener claro este propósito en función del reto que tenemos, hay que cambiar el punto de vista. Debemos agudizar la imaginación.

Para el logro de estas metas, partimos del hecho de que vivimos un momento de la metapolítica. Que significa el agotamiento de los enfoques tradicionales para analizar lo político en virtud de las propias transformaciones que ha sufrido la política en el mundo y particularmente en nuestro país. Se vive un proceso de complejización real de lo político.

Hay un proceso de metamorfosis de la política que nos conduce a la pospolítica: crisis de nuestro sistema político, crisis de las estructuras tradicionales de intermediación de intereses y acción política, movimientos políticos -camuflajeados de movimientos sociales- que vienen a suplantar las fracturas tradicionales de esfera política.

Lo político no se define ya como función de grupos o conglomerados de individuos, sino como un sistema de acción. Es aquí donde la metapolítica se impone como único esquema adecuado para dar alguna luz a las dificultades que vivimos y al actuar político.

Debemos tener claro que las estructuras de poder en Venezuela ya no son lineales. Jerárquicamente descendientes desde el vértice hacia la base, se ha vuelto un complejo mundo de relaciones particulares. La política en Venezuela ya no es expresión general de la vida social.

La representatividad política dejó de cumplir la función para lo cual fue concebida. Las decisiones políticas no son expresión intersubjetiva de una totalidad que dialoga. Valga precisar, las decisiones política no son expresión dialógica de los intereses y expectativas de las personas.

La política tal como la conocimos, ha cedido lugar a la pospolítica, producto del régimen que vivimos, además de la complejización de lo social.

Tenemos que convertir el karma en Darma. E decir, ese aislamiento que ha producido el régimen ha dado lugar a que el individuo buscando sortear la tempestad vuelva anteponer la condición humana, al mundo de la relaciones en un sistema de acción. Volviendo así, sin proponérselo, a la concepción política de los griegos, hacia esa nueva relación deben apuntar el accionar político.

 

José Gregorio Contreras, coordinador de Vente Formación.

También disponible en La Patilla.

 

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