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(Caracas. 03/06/2019) Desde hace un buen rato vivimos tiempos de transición, lo cual no significa que haya llegado o esté asegurada, al menos, en la ruta democrática deseada. Sobran las interpretaciones, aunque la única certeza disponible es que la habrá cuando arribemos -precisamente- al gobierno de transición en los términos establecidos por el Estatuto correspondiente.  No obstante, su propia materialización también se presta a distintas conjeturas y juegos semánticos.

Quizá la mayor ilusión alimentada por los transitólogos de la hora, radique en los nombramientos hechos por el Presidente Encargado de la República. El particular gobierno colegiado, una presunción «iuris mientras tanto», despierta no pocas ambiciones y hasta nos escriben  en la lidia por un absurdo cargo consular: doblemente absurdo,  porque la Fracción 16 de Julio, por muy parlamentaria que fuese, como es,  no ha sido requerida para opinar sobre nombramiento alguno.

Un signo inequívoco de la transición cercana es el de los ataques sistemáticos y desbordados que ha recibido María Corina Machado, para el beneplácito y también la concurrencia de la dictadura. Más allá de las sandeces acostumbradas por Rafael Poleo, insomne propagandista de los adecos, versamos sobre una campaña arteramente orquestada y financiada por los intereses que desesperan por sobrevivir al definitivo colapso del régimen socialista.

Nada gratuita la satanización preventiva de María Corina, cuyas innegables credenciales políticas y éticas las actualizará la caída de esta dictadura ante las indecibles complicidades que tarde o temprano descubrirá completamente el país. Poco importa el inmenso coraje que ha demostrado, comparable a la claridad política que no dejan de reconocerle: Muchos dijeron diálogo incondicional, crisis pasajera y democracia, cuando ella denunció con suficiente antelación la catástrofe humanitaria y la dictadura, exigiendo la salida inmediata de los autócratas.

No puede provocar gracia alguna la tragedia, pues, como ocurrió con República Dominicana, Noruega alecciona, pero hubo quien mordiera el anzuelo de las preliminares, las exquisiteces de una inspirada estrategia diplomática, además, inescrutable para el común ciudadano,  y seguidamente inculpar a María Corina,  nada más y nada menos que del fracaso de los Kissinger del instante. Apenas un episodio, porque el punto está en  que, derrumbado el socialismo, ella será una referente ineludible de la nueva Venezuela.

@LuisBarraganJ