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Bajo el vasto cielo, donde los sueños vuelan libres,
resuenan los nombres de Luis, Emil, Guillermo y Juan.
Eco de esperanza, corazones valientes, almas ardientes,
cuyo deseo más profundo ha sido unir a la gran familia venezolana.
Desde que las sombras de sus celdas los abrazaron,
tres largos meses de ausencia, tres eternidades en sus hogares,
donde cada rincón susurra sus nombres, cada ventana mira hacia el camino esperando su regreso.
No son criminales, son constructores de puentes, tejedores de lazos, buscadores de unidad.
El hogar que una vez vibró con su risa y sus debates
ahora guarda un silencio pesado, una silla vacía en la mesa,
una falta que duele en los corazones de quienes los aman,
que en la distancia, anhelan un abrazo, un gesto, una palabra.
Sus nombres se han convertido en símbolos de un amor inquebrantable,
de una lucha que es más profunda que la política,
que toca la esencia misma de la conexión humana,
la lucha por regresar a casa, por abrazar a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos.
Esperamos con los brazos abiertos, los corazones encendidos,
por el día en que el sol ilumine su regreso y sus pasos se oigan en el umbral.
Ese día, las lágrimas serán de alegría, y los abrazos curarán el dolor de la espera,
y cada sonrisa será un poema, cada caricia una canción de libertad.
En la poesía de nuestra espera, cada latido de corazón teje más fuerte el tejido de nuestra esperanza,
nos une en el anhelo de ver su libertad, de completar el círculo de nuestra familia dispersa,
de cerrar las heridas con lazos que el tiempo ni la distancia pueden deshacer.
Juntos, esperando el amanecer que nos traiga de vuelta a Luis, Emil, Guillermo, Juan, Henry y Dignora, bajo el mismo techo de paz.
@isabelantichan
Isabella Antichan.
Coordinadora de Vente Joven Yaracuy.