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Los venezolanos festejamos el carnaval desde el periodo colonial. Lo celebramos tal como lo hacemos con la Navidad y la Semana Santa, porque estas costumbres son parte del calendario religioso de un país mayoritariamente católico. Con más sentido festivo que el 24 y el 31 de diciembre, pero con más recato que los días santos.

Hemos celebrado el carnaval en dictadura y en democracia. Grandes templetes y desfiles se realizaron en tiempos de dictadura y en tiempos de democracia. En los años de Pérez Jiménez se hacían majestuosos desfiles en Caracas. En los tiempos de la democracia se inició la celebración de las Ferias del Sol en Mérida. En dictadura y democracia salían a desfilar por igual las personas de pueblitos de todos los Andes.

Pero llama la atención que en tiempos de chavismo, que no son los de la democracia, pasamos del cuestionamiento de una fiesta por ellos denominada como alienante y capitalista, de los intentos de supresión de un espacio temporal para el disfrute de la gente, y que para ellos tampoco no era negocio, del fin de las fiestas de carnaval en muchas pueblos y ciudades producto del fundamentalismo religioso de alcaldes chavistas y evangélicos, a la estructuración de una empresa que le resulta muy rentable a la burguesía chavista, que además aprovecha el carnaval para hacer gala de sus privilegios de clase gobernante.

El chavismo en un dos por tres salta desde la hipocresía del discurso que justifica la ineficiencia de la Administración Pública en la sanciones impuestas a los rateros que han rapiñado a la nación por 25 años, a la realización de templetes y saraos millonarios, a los que ellos asisten cual nobleza caribeña, acompañados de escoltas y chaperones, en camionetas de alta gama, para luego decir que ellos son los principales defensores del antiimperialismo y detractores del modelo capitalista.

Hace años pretendieron robarnos nuestras tradiciones de carnaval, y hoy quieren vivir de ellas. Pero sin dejar trabajar libremente a la gente. Sin permitir que las nuevas generaciones tengan la posibilidad de vivir carnavales iguales o mejores a los de décadas anteriores.

Para el chavismo todo se trata de un negocio y de privilegios de clase. Pero sin trabajar.

*Lcdo. Héctor Azuaje Mendoza*

*Historiador*