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¿Qué nos dice la religión cristiana católica en cuanto a la justificación de la resistencia  y legítima defensa de un pueblo ante la opresión de un sistema tiránico? 

Inicialmente es necesario mencionar como marco general que la teología reconoce  que “la libertad viene originalmente del Creador que ha hecho libres a los hombres,  la libertad se vive en relación con Dios y como un don suyo”. Es decir, según los teólogos,  la libertad está intrínsecamente relacionada y unida a la existencia de Dios como supremo  creador, el cual es libre por sí mismo, por su don de Dios y esa libertad, de la cual es dueño, 

se la transmitió a los hombres en el momento en que el verbo se hizo carne. 

Pero el anteriormente postulado teológico también lo encontramos en el pensamiento  y el verbo de los hombres, por ejemplo, el filósofo inglés John Locke (1632-1704) postuló  que los derechos naturales eran evidentes por sí mismos y le daban al hombre el poder de  «perseguir la vida, la salud, la libertad y las posesiones», así como el derecho a la autodefensa.  Este concepto fue tomado por los fundadores de los Estados Unidos y claramente formulado  por Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia. 

Santo Tomas de Aquino, el genio máximo de la exposición cristiana católica nos dice  que el tirano es quien desprecia el bien común y busca el bien privado; “se ha de proceder  contra la maldad del tirano por autoridad pública”, recalca Tomás de Aquino. Santo Tomás  consideraba a la sedición como pecado mortal, pero la resistencia justificada a la tiranía no  constituía, a su juicio, sedición, porque el poder está justificado únicamente en la medida en  que sirve al bien común.  

En su obra “La Tradición Judeocristiana” (2017), Miguel Faria concluye: «La libertad  y el derecho a preservar la vida a través de la autodefensa son derechos naturales de las  personas, es decir, regalos de Dios o de la naturaleza al hombre, y los gobiernos que intentan  eludir esos derechos ya no son gobiernos legítimos sino usurpaciones. Los malos  gobiernos y las usurpaciones ya están en rebelión contra Dios y el hombre, por lo que la gente  tiene un derecho legítimo a la autodefensa en la forma de insurrección para derrocar a esos  gobiernos”. 

Faria explica que las personas tienen derecho a proteger a sus personas a través de un  derecho natural a la autodefensa; que las personas no solo tienen derecho a la legítima  defensa, sino también el deber moral de defender a sus familias y vecinos; que el derecho a  la autodefensa armada se extiende colectivamente a la comunidad para frenar o prevenir un  gobierno tiránico. 

Para recurrir a medios de autodefensa o ir a la guerra es necesario lo que  tradicionalmente se llama una «justa causa». Los textos recientes y modernos del catolicismo  no mencionan más que tres: 

 1) La «legítima defensa» contra una agresión armada. «Una vez agotados todos los  recursos pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima defensa a los 

pueblos. Pero una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia y otra muy  distinta querer someter a otras naciones» (Vaticano II, Gaudium et spes, 79, 4). 

¿Están o no agotados en Venezuela los mecanismos diplomáticos? ¿20 años de engaños no  son suficientes? ¿No es considerada cierta el principio de “legítima defensa” de los  ciudadanos venezolanos ante un régimen oprobioso y maligno? 

2) La intervención para socorrer a un pueblo agredido. Juan Pablo II evoca el caso en  estos términos: «Evidentemente, cuando la población civil corre peligro de sucumbir ante el  ataque de un agresor injusto y los esfuerzos políticos y los instrumentos de defensa no  violenta no han valido para nada, es legítimo, e incluso obligado, emprender iniciativas  concretas para desarmar al agresor» (Mensaje para el 1 de enero de 2.000). 

¿Está o no la ciudadanía venezolana en peligro de sucumbir ante los ataques injustos  de una tiranía? No hemos visto y vivido luego de más de 20 años de resistencia pacífica la  masacre por vía violenta y por orden de un tirano de más de 500.000 venezolanos que incluso  aún esperan justicia?  

 3) “La resistencia armada se justifica en caso de un pueblo oprimido por una tiranía  evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona  y dañase peligrosamente el bien común del país» (Pablo VI, Populorum Progressio, 31). 

¿No están siendo violados grave y flagrantemente los derechos fundamentales de toda  una sociedad? ¿No se está socavando el bien común en Venezuela? 

De manera pues que el derecho a la autodefensa ante un gobierno tiránico no solo es  un derecho fundamental, sino también un deber moral y de ninguna manera está mal visto  ante los ojos de Dios. Aún más allá de cualquier duda, San Agustín, considerado uno  de los padres de la Iglesia Católica nos dice: “Alegrarse por la muerte de un tirano no  es pecado”.