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Cuanto mayor sea la crisis de un país, mayor debe ser el empeño en dar luces en medio de la oscuridad, y esto requiere hablar con la verdad y llamar las cosas por su nombre. A veces por omisión se dejan correr matrices de opinión que afectan a la democracia y la política, y es lo que se conoce como la antipolítica. Esto sucedió en Venezuela, y lejos de contar con un liderazgo que saliera a defender los valores institucionales y democráticos del país, y por ende la política, para derrotar aquella conseja que se hizo popular señalando que ser político era sinónimo de ladrón; se hizo lo contrario, se generalizó de manera irresponsable, a partir de la conducta, si es verdad, de algunos “políticos” inescrupulosos, tratándose a todo el mundo por igual.

Esto dio lugar a que el país volteara su mirada en la búsqueda de un salvador, dotado de las capacidades necesarias para gobernar y de una honestidad a toda prueba que lo alejara de los prototipos de la otrora desprestigiada clase política a la que muchos medios de comunicación (hoy cerrados por diversas razones) castigaron despiadadamente sin discriminar entre justos y pecadores, llegando apoyar el golpe de estado como salida al problema; ya hoy podemos estar todos de acuerdo en lo desastroso que eso fue y sigue siendo para el país y la democracia, por tal razón hoy me propongo escribir este artículo.

Conocí al Presidente Herrera Campíns, tuve la oportunidad de conversar dos veces con él acerca de la visión que tenía del país y de Copei, vi en él un hombre humilde, con sus visiones, respetables, pero que en ese momento no compartí, fueron diálogos de mucho respeto. Luis Herrera Campíns, al llegar Chávez al poder, al igual que los demás expresidentes fue despojado de la pensión que le correspondía por haber ejercido la Primera  Magistratura. Me cuentan sus amigos más allegados que hubo que recolectar entre ellos para cubrir los gastos de su enfermedad, así como los de su entierro.

Del mismo modo sucedió con el senador Pedro Pablo Aguilar, recientemente fallecido, quien llegó a ser presidente del Congreso de la República, segundo cargo en importancia del Estado venezolano, esto no me lo contaron, lo conocí de cerca, varias veces lo visité en su hogar y me comuniqué con su hija María Teresa, quien tuvo que  acudir a la petición de ayuda pública para cubrir los gastos del deterioro de la salud que presentó su papá en los últimos día. En una de esas visitas conocí personalmente a otro insigne venezolano que fue dos veces gobernador del Zulia, hoy condenado a no ver a sus hijos, porque tiene prohibición de salida del país por el solo hecho de enfrentar con dignidad a este régimen, pues nadie puede acusarlo de corrupción.

Como estos casos pudieran enumerarse muchos más, pero señalo solo estos, primero, porque los conozco bien, segundo, por lo corto del espacio y finalmente por considerar que son emblemáticos para hacer referencia al caso que nos ocupa; y vale la pena preguntar con base en estos ¿asistía la razón a quienes señalaban que todos eran uno corruptos?, sobre todo cuando vemos que de estos tres hombres que ocuparon cargos tan emblemáticos en el país, los dos primeros tuvieron que enfrentar situaciones como las ya señaladas, y en el caso del Dr.Oswaldo (que Dios siga dándole vida y salud), aludo a un ejemplo de honestidad, vida austera, ciudadano dotado de virtudes republicanas y de una dignidad que ha faltado a otros para enfrentar sin claudicar los embates de un régimen que no perdona el talante y el coraje cívico.

Realidades de muchos venezolanos como estos, permiten sostener que nunca fue verdadera esa injusta generalización que interesadamente desprestigió la Política injuriándolos a todos como ladrones; si, ejemplos muy dignos, como los señalados, así lo demuestran.

Por otro lado, al conocer por los medios de prensa las acusaciones que realizan representantes del régimen contra Rafael Ramírez por hechos de corrupción y, a su vez, las que hace este contra ellos, concluimos, sin que esto suponga apología alguna del repudiable hecho delictivo (realícelo quien lo realice) que, entre aquellos que pudieron desviarse de la ley en la mal llamada “cuarta república” (con o sin las debidas condenas que debieron imponérseles en un juicio justo), y quienes ahora se hacen recíprocas acusaciones existen diferencias astronómicas, quedarían los primeros muy mal parados en una comparación, si, sumidos en la bagatela como ladrones de poca monta, pero ladrones al fin juzgables y condenables o, como les llamarían en cualquier pueblo del oriente del país, ladrones “roba gallinas.”

Ahora bien siendo esto así, y teniendo claro lo dañino que ha sido la corrupción para el desarrollo de nuestro sistema político, es deber para las nuevas generaciones de la política tener en cuenta que la política es un apostolado de lucha para servir a la gente y no para enriquecerse; he intentado siempre mantenerme en el carril de este postulado, de modo que no voy a negar el alto sitial de valoración en el que desde niño tengo a la Política, de hecho a muy tempana edad me identifiqué con las visiones de la misma que la equiparaban a la forma más excelsa de practicar la caridad, anunciadas por el Papa Pio XI y divulgadas en nuestro mundo político por un hombre de tan elevada estatura humana e intelectual como sin duda lo fue Arístides Calvani, ello me llevó a estudiarla y ejercerla con pasión (pero no ajeno a razones) bajo esta premisa y todos los principios asociados a ella, que no cambiaré por nada;  por tal razón y consciente de la realidad expuesta no puedo dejar de exigir a esta nueva generación, y a todos los que sin pertenecer a ella se identifican con su postulados políticos y ejecutorias, representados por Guaidó y el G4, que den respuesta a los señalamientos que en forma pública y responsable ha realizado un hombre de diversas y notables virtudes y, sobre todo, ciudadano tan serio como sin duda lo es Humberto Calderón Berti.