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En los últimos días han ocurrido hechos interesantes. Maduro reasumió el control de Monómeros, se reabrió la frontera entre Colombia y Venezuela, y el presidente Gustavo Petro dio su primer discurso ante la ONU. Estos hechos parecerían bastante normales entre las relaciones de dos países fronterizos, incluso hasta de vital necesariedad, y un discurso no tiene mayores repercusiones que el disgusto o la discrepancia.

Pero la cuestión es que hablamos de que uno de los países involucrados en estos hechos es Venezuela y no hace falta especular para saber que la mafia venezolana debe tener intereses en esas relaciones. De igual forma, el otro involucrado (Colombia) no está falto de sospechas. Gustavo Petro, quien es jefe de Estado y exguerrillero, ha declarado su amor por la revolución chavista en reiteradas ocasiones. Y aunado a todo su historial, tenemos suficientes razones para preguntarnos con tono dudoso: ¿Con qué fin se están dando estos acontecimientos? No es sensato, escuchar que un par de zorros van a cuidar el gallinero, y esperar que los pollos estén completos al final del día.

Hay que revisar los hechos a fondo. Sabemos que el pasado viernes, hace solo seis días, arribó un barco con 8000 toneladas de urea a la central de Monómeros en Barranquilla directamente desde la filial de PDVSA, Pequiven, ubicada en Venezuela. Eso es algo lógico debido a que Monómeros es una empresa encargada de fabricar fertilizante como principal rubro; sin embargo, aunque la urea, en su uso más común, es empleada como fertilizante, también es conocido que es usada por los narcotraficantes para la producción de cocaína. De hecho, según Hernando Bernal, miembro del proyecto del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la UNODC de Colombia, el uso de la urea como precursor para cristalizar la pasta base de cocaína en ese país “es muy habitual”. ¿¡Coincidencia!?

Este lunes hubo la reapertura de la frontera entre Colombia y Venezuela; además, se reanudaron los vuelos entre ambos países. En dicho evento el líder de la nación colombiana se encontró con Freddy Bernal (vinculado con el narcotráfico y sancionado por la OFAC) quien llevaba consigo una rosa blanca cual enamorado empedernido. Esto significaba también el restablecimiento de las relaciones comerciales, en donde sabemos que Colombia es el mayor productor de cocaína del mundo y el presidente venezolano está siendo solicitado por pertenecer a un cartel de drogas. ¿¡Casualidad!?

Hace una semana el presidente Gustavo Petro dio un discurso bastante conmovedor en la asamblea n° 77 de la ONU. No perdió la oportunidad de condenar a quienes, según él, le han declarado la guerra a una planta “sagrada”. En este discurso queda claro que el objetivo es reivindicar la planta de coca, catalogada por Petro como “la más perseguida de la tierra”. Convirtió la lucha contra el consumo y tráfico de cocaína en un crimen pasional en detrimento, incluso, de los latinoamericanos y afroamericanos; haciendo ver la cocaína como parte de la esencia cultural de nuestros pueblos; o, lo que es igual, un sinónimo de nuestra etnia. Puso en tela de juicio la nocividad de esta droga y quiso plantear que el consumo de carbón o el petróleo era más “venenoso” para el ser humano, entrelazando dos puntos que no tienen nada que ver como un buen demagogo. Catalogó de injusta la persecución contra la planta de coca y cree que es irracional. ¿Senilidad?

No podemos pensar que estas acciones son hechos aislados. La descarada relación que tienen no se puede disimular. Estamos ante lo que se puede convertir nuevamente en la Gran Colombia, solo que en este siglo se trataría de una empresa al servicio del narcotrafico y el terrorismo. 

Como un rompecabezas ya casi terminado, empezamos a ver la figura del monstruo que se forma. Empezamos a dilucidar cómo los terroristas occidentales lograron obtener el poder sin baños de sangre y hasta con mucha elegancia podría decirse. Sus macabros planes parecen una orquesta muy bien coordinada con cada paso que dan; el cúmulo de acciones de los últimos meses nos muestran como pretenden hacer el mal a gran escala y la droga es la herramienta que pretenden usar para lograr su cometido. Por eso podemos observar tantas ganas de normalizar y expandir el negocio del narcotráfico, pues no pueden odiar a la droga que les permitió llegar hasta donde están.

“¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores”: Gustavo Petro 

 

@Angellozada2022

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