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La verdad, al escribir estas palabras no pretendo ser el más experto en escritura,o un filósofo como tantos y tan excelentes hay en nuestra organización; solo quiero entablar una conversación amena entre los ciudadanos de mi generación y yo.

Una generación que ha sido tan maltratada por un sistema social y político asqueroso que, a través de cada una de sus acciones, obliga al joven ciudadano a pensar en agarrar una maleta e irse fuera de las fronteras venezolanas. Con esos panas quiero hablar; con los que hoy no ven opción distinta a irse y olvidar que venimos de una tierra bendecida, que debido a los malos gobiernos y a una dictadura han acabado con el sentir del patriotismo, y sobre todo, han acabado con nuestras vidas y esperanzas.

Me permito hablar de la esperanza y la fe, porque soy un joven creyente en la religión, en las bondades y virtudes del ser humano. Soy un creyente en que lo bueno siempre llega con el trabajo y la unión de todos. La esperanza, a mi manera de sentir, es aquello que te mueve todas las fibras de tu cuerpo y te motiva a levantar la cabeza aún en los momentos más difíciles y horribles que puedas vivir. Con propiedad lo digo: lo he vivido. La esperanza en este caso, es la que me ha permitido construir un camino de trabajo y fe. Porque estoy seguro de que la esperanza nos va a llevar a la victoria final.

El filósofo Friedrich Nietzsche habló en algún momento sobre la necesidad que tenía el ser humano de creer en algo, debido a que cuando tu crees en algo superior a ti, te vas a sentir protegido, y por ende, vas a tener la esperanza que ese algo te va a ayudar a conseguir lo que tanto anhelas. Ese “algo» en el que crees, aplica para todo desde las diferentes religiones, culturas, creencias, e incluso políticas, pues vivimos en una sociedad polarizada por un bando u otro en el contexto político. 

Yo he decidido creer. Yo creo en Dios todopoderoso. Creo en la bondad de los venezolanos que siempre, a pesar de las dificultades, salen adelante con lo que pueden. Por eso, yo he decidido creer que la victoria será nuestra.

Pero tampoco voy a sentarme en el sillón de mi cuarto a ver televisión y a esperar que la fe haga el trabajo. Yo creo que las cosas no funcionan así. Cuando me refiero a la fe, es que tengo que ponerle TODA LA FE Y LA ESPERANZA DEL MUNDO A LA LABOR POLÍTICA Y SOCIAL QUE MI GENERACIÓN HACE PARA LIBERAR A VENEZUELA.

Ese es mi pensamiento político y de vida. Y lo que muchas veces trato de inculcar a los grandes hermanos que me acompañan en esta lucha, es que no porque el dictador se atornille al poder, o porque una falsa oposición roba la esperanza, nosotros tenemos que sucumbir ante esa desesperanza que ellos intentas meterle en la cabeza a los ciudadanos. Al contrario, vamos a dar una batalla cultural y de fe con todas las fuerzas y la energía que nos caracterizan. Sin odios, sin rencores, sin envidias, y mucho menos revanchismo. Esta es una lucha de fe, de energías y de esperanza. Aquí va a ganar el que más fe, más amor, mas fortaleza tenga y estoy seguro que esos seremos nosotros.

Recuerdo las palabras de un gran referente para mí como lo es el expresidente Álvaro Uribe Vélez que decía que, para luchar hay que tener alegría y felicidad, sino, esa batalla estaba pérdida porque no tenías más motivos que la venganza y el odio.

Yo no me voy a perder el final de esta historia que junto a millones estoy escribiendo y librando. Estoy confiado que nadie se la va a perder, porque esta vaina es apasionante y el triunfo será nuestro.

Hace unos días, egresé de la V cohorte del programa de formación socio- político “Jóvenes Ciudadanos”; un programa que sin duda, me demostró aquella frase que mi madre repite a diario “querer es poder».

La primera vez que entré a la Universidad Católica Andrés Bello, andaba delirando entre sus caminos, su belleza e imponente historia que me explotaban en la cara y me decían que ya había llegado a la universidad de mis sueños. Que aunque era por un momento breve, sabía que iba a vivir ese momento al máximo. Al salir de Maracay, la ciudad donde resido y hago activismo político mayormente, tenía muchísimo nerviosismo pues el entrar a la UCAB significaba un sueño logrado, en medio de tantos que tengo y poco a poco voy logrando, o al menos en mi sentir es así. 

El programa consistió en una formación durante 5 meses de política, economía, filosofía, debate, historia, sociedad y lo más importante para mí, conocer gente de la cual he podido aprender muchísimo. 

Yo había querido estudiar desde que salí en la UCAB porque siento que es la mejor universidad del país y una referencia para todos. Cuando terminé mi bachillerato, no pude por motivos económicos ingresar a la UCAB, eso fue un gran golpe que sufrí y me sentí muy mal por esa derrota que había creído tener. Mis padres siempre han hecho todo lo que está en sus manos, y más que eso, para poner en mi plato y en el de mi hermana la comida, la ropa en nuestros closet y lo más importante un hogar digno donde vivir y reposar. Por eso, cuando no pude entrar a la UCAB, decidí que iba a estudiar otra carrera, que es la actual que llevo, Ciencias Fiscales mención Control y planificación Tributaria, un regalo para mis padres y una demostración que si puedo ser un profesional digno y exitoso en esta tierra.

Por eso hacía referencia al diplomado en la UCAB, porque tuve el honor de estar ahí, estudiar en sus salones y recorres sus hermosos e impresionantes pasillos que me llenaron de fe y esperanza.

Así que, amigos míos, échenle bolas que la vida es apasionante y maravillosa para servirle a la patria, al prójimo, para luchar por tus sueños que por pequeños que sean, son grandiosos y valen la pena.

¡Dios te bendiga!

Coord. Rrganización
Vente Joven Aragua