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Conocí a María Corina Machado en la Asamblea Nacional. Lo hice en un duro momento de prueba a la inteligencia, creatividad, tenacidad y valentía política. Cuando nos correspondió, en tiempos de minoría parlamentaria, compartir curul con ella en el periodo 2011-2016.

Colegas diputados

Ambos fuimos diputados de una Asamblea Nacional en la que una mayoría del régimen se imponía y aplastaba toda fórmula de racionalidad política o conveniencia nacional expuesta por adversarios, percibidos como enemigos.

Coincidimos en la necesidad de enfrentarnos a una disparatada facción de acólitos, que comprometiendo la independencia del parlamento, acataba lineamientos procedentes de otras esferas del poder. Pelea dura esta que dimos con coraje, frente a un régimen que se hizo experto en el arte de neutralizar y eliminar toda forma de oposición. Sin que nos importara esa condición adquirida por nuestros adversarios ni la ventaja que presumían tener en todos los órdenes.

Los enfrentamos con la única arma de la razón expresada en intervenciones oportunas y pertinentes que ya alertaban sobre nuestros males actuales. Por ello, más que colegas parlamentarios, fuimos compañeros de lucha que identificamos y combatimos las serias amenazas que hoy son concretas violaciones a nuestra esencia republicana.

Nuestro trabajo rindió frutos. De eso no hay la menor duda. Siendo una de las más aguerridas parlamentarias de oposición, el régimen intentó fallidamente sacar a María Corina de la contienda política, recurriendo a las cuestionadas prácticas de los abusos de poder disfrazados de acciones y procedimientos legales. No le perdonaron la valentía de llamar las cosas por su nombre. Pero con todo lo que hicieron contra ella, no lograron apagar su voz de denuncia y menos sacarle de la contienda política.

Referente en la política honesta

Es justo decir que, gracias a actuaciones valientes como las de María Corina Machado, buena parte de la ciudadanía concientizó la importancia de construir una férrea oposición parlamentaria que controlara a un poder presidencial que se asumía todopoderoso.

No por casualidad, en las elecciones parlamentarias del 2015 el régimen -que subestimó esta lucha y no acudió a sus maniobras habituales- sufrió una gran derrota en unas elecciones que lograron reflejar la verdadera correlación de fuerzas existente en el ámbito político nacional.

En sus intervenciones pude apreciar la claridad con las que María Corina comunicaba sus ideas, su amor por la libertad, la claridad en cuanto al país que desea. Y algo que no es común en el mundo político de la Venezuela actual: su coherencia, honestidad y coraje. Virtudes con las cuales esta líder complementa su voluntad inquebrantable y su constancia en la lucha por una Venezuela libre, democrática y republicana.

Trabajo en equipo.

Nuestra amistad y admiración fue creciendo al calor de luchas e intervenciones parlamentarias. Un buen día me invitó a una reunión para que conversáramos. Invitación que acepté gustosamente, aunque debo decir, que antes de ese encuentro le comenté a mi esposa: “si María Corina me ha hecho esta invitación, para proponerme que le acompañe en su lucha por dar a Venezuela un nueva forma política basada en liberalismo, a cambio de ofrecimientos tradicionales, hasta allí llegará ese encuentro. Porque estoy cansado de esa forma de hacer política.”

La verdad es que esta vez el impacto fue mayor. Si bien yo estaba en conocimiento de sus capacidades políticas y del desempeño parlamentario que esta mujer venezolana expresaba en excelentes y bien argumentadas intervenciones, no había tenido la oportunidad de tener con ella una conversación en un ámbito más personal. Un momento de verdadero acercamiento a su persona que, tal como efectivamente aconteció, me permitiera corroborar que estaba frente a una mujer con los dotes de una verdadera líder.

María Corina, sin salirse del contexto de la conversación a la que nos habíamos comprometido, no dejó de ser humana en ningún momento. E inició su reflexión hablando acerca de los sacrificios personales que ha hecho por la causa que defiende. Comentamos y valoramos los sacrificios familiares que todos hemos realizado en el contexto actual para dar cuerpo a esta prolongada lucha.

Pues es bien sabido que el derecho que tienen los pueblos a formar, reformar o quitar gobierno, en Venezuela pasó de la amenaza que anunciábamos en las lides parlamentarias de aquel periodo a la real pero encubierta violación que dicho derecho sufre en la actualidad.

De allí surgió un compromiso de lucha. Un compromiso, desde el inicio claro en lo que teníamos que hacer para lograr la libertad y transformación de Venezuela inspirados en la doctrina liberal.

El Esequibo

Son muchas las actividades parlamentarias que realizamos juntos, pero hay una que particularmente me marcó por el riesgo que significaba: La defensa de la soberanía que asumimos como parlamentarios en la población de Eterinbang, junto a otros colegas, en la frontera del Esequibo.

Una acción política rodeada de amenazas y temores en la que, al igual que en otras ocasiones, terminó imponiéndose nuestro compromiso con la República.

Allí colocamos una pancarta que decía “El Esequibo es nuestro” e izamos nuestra bandera, con el riesgo de que las autoridades guyanesas nos apresaran en esa acción, pues, si bien ese territorio es nuestro, está bajo su posesión.

Valga la remembranza que hago de esta acción porque ahora puedo reseñarla como un símbolo para los que conocemos y seguimos a María Corina Machado. Todos hemos decidido de manera inquebrantable izar con ella la bandera de la libertad en Venezuela. Conscientes de que más que un acto simbólico, es una lucha dura en la que no descansaremos hasta lograr nuestro objetivo.

José Gregorio Contreras, coordinador de Vente Formación

 

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