Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official
Uno se despierta a diario con la conciencia colocada en el agobio que significa enfrentarse al régimen del terror. No hablo en términos políticos, de partidos, sino, digamos, del ciudadano más común, el más corriente. Los servicios de toda índole, la sobrevivencia, el acoso permanente de todo y, al parecer, también de todos sobre uno. Fácil no es la existencia así.
Y se pregunta uno a diario: ¿Por que si la mayoría sufre ese rigor – como dirían en Trujillo- , ese rigorito menudo, así como también grande, no hemos logrado salir de la opresión? Sobre todo, la pregunta cabe perfectamente por tratarse de un país que gestó con heroísmo superior en el mundo la libertad del continente. La pregunta se puede responder con muchos factores al unísono y su entendimiento desmenuzado. ¿Son los militares? Sí. ¿Únicamente? No. Desde luego que existe una compra de conciencia militar. Un entente basado en privilegios hasta nimios, pero presentes. Pero también allí hay un hartazgo con la situación, si no no existirían presos militares. Hay un evidente  conformismo, un letargo generalizado. Basado tal vez en aquella máxima bolivariana de obedecer a quien permanece largo tiempo en el poder. Sumemos a eso,  del mismo modo la impotencia, las sistemáticas decepciones.
Hay un descreimiento sembrado hace largos años en los partidos políticos y en el modo como enfrentan los líderes la realización política. Si de algo sirvió la burla dizque electoral del pasado 21 de este mes fue a contribuir con la desesperanza, con la impotencia, con el rechazo a los partidos y sus hacedores. Se notó en todo momento de las actuaciones recientes no un interés por defender al país de sus agresores, no un interés por librarnos de la tiranía, no un interés por contribuir a solventar las necesidades básicas, públicas, del prójimo. Se notó ansias de poder, ansias de tener un espacio donde negociar y obtener más y más recursos individuales o para un colectivo reducido, como producto del saqueo y el aprovechamiento de los bienes de todos en el país. ¿Cómo se esconde eso?
Intentar legitimar, prestigiar, al régimen no fue tan dañino como hecho cumplido por los llamados falsos opositores, alacranes o vendidos, como lo ha sido profundizar la zanja de la decepción, de la impotencia y del rechazo mayoritario al modo de proceder de las agrupaciones políticas y sus realizadores engolosinados por los carguitos de la miseria. Carguitos que no les servirán de mucho, como se ha visto a lo largo de, por lo menos, los últimos veinte años. El control lo tiene el régimen que se aprovecha de lanzar esas migajas de maíz a los pollos, mientras mira y se ríe.
Así como una gran parte de la población cobija sus intereses en pequeñas dádivas arrojadas desde el poder que bien podemos resumir en bolsas de comida y bonos repartidos en casas y cuentas, hay otra menos conformista, pero que no deja de serlo que se sonríe panzona por unas migajas mayores: armas, robos, motos, drogas, contratos – incluye a la empresa privada-, viajes, autos, yates, licores, sexo y bastante más. Mientras los de más arriba se entienden bien con los colaboradores internacionales. Los españoles desvergonzados que contribuyeron con la «elección» son buena muestra se ello: Rodríguez Zapatero o Borrell, por ejemplo.
Así que hay un gradiente de aprovechados que en su conformidad con lo mucho o lo poco han hecho resistencia firme a cualquier cambio producido desde la sociedad y los partidos políticos que de veras enfrentan la dominación social y política impuesta por el régimen que, con grupos de distinta mala  índole, se aferra al poder dando espacios y financiando. Los límites a la libertad no podemos verlos solo en quienes nos dominan verticalmente, sino también horizontalmente, en el vecino, en la satisfacción con miserias. Esto hace mucho más complejo el despeje de las fronteras que nos separan de la liberación del país. Lo cual no quiere decir que no debemos continuar en una articulación por la libertad, como seguiremos alentando firmemente, también a diario.