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No pasamos tan fácilmente la página con lo que le ha ocurrido a los venezolanos en Iquique, Chile. Víctimas de la xenofobia fueron tan injustamente humillados y agredidos, como si ellos hubiesen elegido su suerte. Familias honestas, sacrificadas y esforzadas que intentan un destino diferente, porque en Venezuela los ahogaba el comunismo, el hambre, la represión, las enfermedades. Y nos pega en el corazón, porque – además – cuando los chilenos atravesaron la terrible dictadura, encontraron hogar, empleo y cobijo en mi país. Sin embargo, es necesario puntualizar algunas cosas.

Lo primero es que no todos los chilenos piensan y actúan como aquellos que agredieron a mis coterráneos, comenzando por el Presidente Piñera que ha tratado de ayudarnos de mil maneras. A nuestros hermanos del sur que ingenuamente creen en el mito de Salvador Allende, cuyo desastroso régimen nunca podrán ocultar sus incomprensibles simpatizantes, casi medio siglo después de su inevitable caída, debemos de nuevo alertarlos en torno a los peligros que se les acerca, porque el Foro de Sao Paulo y sus diferentes derivaciones, tiene a Chile como un objetivo político y estratégico de primer orden. No se confíen, ya que las violentas protestas, el interesado proceso constituyente y el pretendido hundimiento de una exitosa economía de mercado, los llevará a un desastre peor que el representado por Nicolás Maduro.

Lo segundo, es que el embajador de Nicolás se presentó en el lugar de los hechos como si la cosa no fuese con él, ofertándoles un regreso a la casa de la cual huyeron. El viejo amigo de Hugo Chávez, el general Arévalo Méndez Romero, está de embajador con una cara de “mosquita muerta”, siendo él corresponsable de la tragedia venezolana. De bajo perfil público, ocupando distintas funciones públicas, orquestó muchas de las iniciativas de su demente amigo, obligado a moverse a Iquique, porque el canciller recién estrenado de Maduro que, en realidad le agarra línea a Delcy Rodríguez, quien lo puso, agarró la rabieta del caso y le ordenó hacer demagogia en la frontera. De modo que todo el mundo está claro que los venezolanos están allá, como repartidos en todo el mundo, no por placer, sino por necesidad, ya que impera un régimen comunista y criminal que, por cierto, estimuló la diáspora para aliviar su propia carga y a la vez, perturbar calculadamente a toda la región y para el chantaje de los gobiernos democráticos que sobreviven en América Latina.

Y lo tercero, es que a nuestros queridos venezolanos que atraviesan una situación desesperada en un exilio forzado por las circunstancias sociales y económicas, aunque les parezca difícil, tengan y cultiven la esperanza teniendo fe en una Venezuela de plenas libertades. Nuestro país fue emboscado por el comunismo y la criminalidad internacional, a pesar de los veinte años que han pasado, no claudicamos. Podemos y vamos a sacar a patadas del poder a Nicolás y a la peste que representa. No dejemos que nos roben esa esperanza y esa fe, hermanados en un común esfuerzo: la liberación de Venezuela.