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El estado Miranda se ha vuelto apetitoso para quienes junto al régimen alientan  las fantasmagóricas “elecciones” de noviembre. Han rodado encuestas, papeles con notas borroneadas, desafíos de primarias cuasi rojas y un tira y encoje el dedo favorecedor del régimen.

Uno y otro de los “candidatos” a gobernador del estado que lucen y están más amalgamados a quienes dirigen al país que a quienes nos enfrentamos de veras al régimen, se consideran victoriosos de la nada que los circunda. De hacia la nada a la que van. Leí en periódico virtual confiable que el aurinegro era el afortunado para el grupo de grupitos. Lo mismo da. El régimen nada les va a conceder graciosamente.

Se produce un juego político más o menos macabro en todo el país que no deja de llamar la atención del más desprevenido. Un juego también perverso, no solo apaciguador, de darle intubación permanente a Maduro y sus secuaces rojos a través de esta juntura de otros micropartidos, sino que los ungidos «candidatos» se ofrecen al supuesto electorado sentados en la oferta de un país que en nada se parece al que habitamos.

¿Qué pueden ofrecer, más allá del escándalo? Nada. De allí la burla mediocre con la que pretenden acceder a los conciudadanos. Lo que tendrían que poner en bandeja de plata u oro sería la búsqueda de la liberación. Pero eso contradiría y contrariaría a quienes alimentan más las supuestas elecciones del fraude: a los asentados en el poder. Esos que les arrojaron unos churupos para hacer creer alguna situación de normalidad. Esa que obnubila la órbita circundante de los meses de octubre y noviembre. Para hacernos creer que ya ni el coronavirus existe, o que se disipa por dos o tres meses para nosotros únicamente.

A la ridiculez de disputarse el vaso plástico vacío de la supuesta gobernación o las alcaldías, hay que sumarle el intento de engaño de una población que tampoco los respalda. Que mira, desde el hambre y todas las necesidades de servicios y de la carcomiente angustia por proveerse algún nivel de vida soportable, como unos aspavienteros los llaman a considerar la idea más que ficticia de que todo está normal. Peor aún, que con ellos todo va a mejorar, a pesar de que ellos nada significan en la orientación de procurar la democracia y la libertad en el país.

Maromeros políticos que pretenden encantar con artes de magia. La engañifa nadie la cree. Nadie la compra, porque no alcanza el dinero para la entrada del circo. A la gente le luce que hay ruido, un ruido que atormenta más sus desgracias. No una solución ni al problema nacional en general, ni para el posible agrandamiento de los mendrugos diarios. Los miran como fantasmas, como una alucinación producto del mareo generado por la desgracia. No sólo en Miranda, donde la pandemia ha hecho estragos, y el hambre, y la carencia casi absoluta de servicios, sino en Venezuela toda.

Pero en Miranda, además de la fantasmagoría y la payasada, hay que sumar la disputa rastrera, sin sentido. No les darán el estado. Y si se lo dan: ¿Para qué? ¿Para embolsillarse algún crédito nada popular? ¿Qué sentido tiene?

@WilliamAnseumeB