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Tucupita, a la par del resto del país, enfrenta entre tantas secuelas negativas producto de la terrible crisis social, económica y moral que hoy con mayor fuerza nos invade, la  dolorosa y creciente realidad de niños en situación de calle, abandonados.

Sin detenerme a discutir cual es la definición correcta, solo veo niños y adolescentes deambulando por las orillas del Manamo. Allí permanecen durante el día; se sumergen en las aguas, toman los frutos aún sin madurar que les ofrecen en su tiempo de cosecha los nobles árboles de mango, hasta la hora convencional del almuerzo familiar, donde van de puerta en puerta pidiendo un «poquito de comida». Los vecinos de mi cuadra ya nos acostumbramos y tratamos de ayudarlos con lo que podemos para mitigar algo de sus tantas carencias. No obstante, considero que el hecho de proveer la comida un día u otro no representa la solución a una situación que va mucho más allá de eso; lo concibo muy parecido a una «bomba de tiempo» cuyo estallido inevitable conduce hacia el abismo miserable de la  delincuencia.

He conversado con tres de ellos, las edades oscilan entre 8 a 12 años y para mi mayor asombro, uno dice que sus padres emigraron y él se quedó al cuidado de su abuelita, y que de vez en cuando reciben ayuda. Otro, vive con su papá y un hermanito pero no tienen comida en sus casas.

¿Qué tan cierto es lo que comentan? Realmente no sé, pero es un cuadro triste, nada que ver con aquella famosa promesa que sonó a inicios del mes de diciembre del año 1998 cuando el Presidente electo, en aquel entonces, Hugo Chávez, asume que sería culpable y cambiaría de nombre si permitiera que en Venezuela existan niños de la calle. Lo cierto, es que han transcurrido desde entonces un poco más de dos décadas y en mi pequeño terruño, este cuadro  desalentador y triste, oscurece el futuro de las nuevas generaciones, además de la pérdida de valores no concibo que las familias «tiren la toalla» y abandonen el cuidado de sus hijos en edades tan vulnerables, lo más grave:

¿Estarán fortalecidas las instituciones competentes para abordar la situación y evitar que siga en ascenso?, ¿Qué estamos haciendo? Mientras teorizamos y buscamos respuestas la procesión sigue y deja huellas.