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2020BarinasOpinión

Negociación y representación – Por Asdrúbal Romero Silva

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Conjuntamente con la libre voluntad de actuar, toda negociación implica la facultad que tienen las partes para intervenir en la misma, determinándose de este modo, la legitimación de los actores y la legitimidad del negocio y su resultado. En este sentido, la facultad de obrar en representación viene dada por el carácter que debidamente tienen algunos sujetos por ejemplo, del padre y la madre respecto a sus hijos menores de 18 años, los administradores respecto a los asuntos de las empresas que gerencian y en fin, los actores políticos en ejercicio de la representación de la soberanía de la ciudadanía que voluntariamente les han elegido o cuya representación emane del otorgamiento que un órgano legítimamente constituido y por tanto reconocido, así les haya conferido. Es el caso, que al examinar la presencia de los actores que en esta oportunidad se encuentran en la rechazada negociación en México, cabe destacar lo siguiente:

1 – Del lado del régimen usurpador venezolano:

Los allí presentes se dicen representar al régimen político de Venezuela, sin embargo, es evidente que por no haber sido reconocido el régimen por la mayoría de la ciudadanía venezolana debido a la variedad de sucesos que dicen de su ilegitimidad, como lo son elecciones fraudulentas, designación ilegitima de funcionarios en instituciones electorales y la corte suprema de justicia, tan determinantes en el reconocimiento de libertades democráticas, una espuria asamblea constituyente cuyo único fin fue ser útil a los referidos y desconocidos actos, aunado a la declarada usurpación de los poderes públicos producida en el año 2019, han llevado a concluir la total ausencia de representación por parte de los agentes del régimen, de modo que, no cuentan con capacidad para negociar y por ende, dicha actuación es nula tanto en su realización como en su resultado.

 

2 – Del lado de la autodenominada «PLATAFORMA UNITARIA DE VENEZUELA. En orden a lo antes dicho, por esta parte es de observar y preguntar: ¿de dónde emana la pretendida facultad que dicen tener para decirse representantes de la ciudadanía venezolana? ¿Bajo que figura jurídica constitucional y/o de naturaleza legal en el derecho publico dicen estar investidos para actuar al punto de poder comprometer la realización y destinos de la voluntad de los venezolanos? Las respuestas a dichas interrogantes evidencian que los actores que se dicen actuar en la auto denominada «plataforma democrática» no cuentan con el fundamento legal que determine la representación que se atribuyen.

 

3 – En cuanto a los agentes que dicen intervenir a modo de mediación en la pretendida «negociación»:

Los puntos anteriores determinan lo improcedente de plantearse la referida intermediación de manera que, es inoficioso entrar a analizar la presencia de dichos agentes en el rechazado acto.

 

4 – De la agenda y contenido del negado protocolo de acuerdo de negociación:

Sin menoscabo de lo anterior, es pertinente resaltar que los antecedentes de la pretendida «negociación» dicen de lo oculto y oscuro de la referida actuación, dejándose constancia que nos encontramos ante una situación en la cual los auto reputados «representantes» no solo ignoran a sus «representados», sino que les ocultan los contenidos del objeto de «negociación» en una descomunal violación de las reglas que rigen la materia que contempla la institución jurídica del MANDATO en referencia al MANDANTE y MANDATARIO, donde el primero es el dueño del negocio y el segundo tiene la obligación de responderle y rendir cuentas al primero en plena distinción y claridad del objeto del negocio.

 

De todo este escenario que a modo de show una vez más se nos exhibe, una vez más quedan expuestas las intenciones y conductas de los «negociantes», entre las que se pueden destacar: la descomunal manera de ingonar a quienes por naturaleza constituyen la razón de ser del fenómeno político como es la base soberana configurada por el pueblo en sus necesidades múltiples y complejas, el auto considerarse los dueños absolutos de la realización y destinos de la ciudadanía, no tener el más mínimo escrúpulo de detenerse a observar y examinar que la mayoría ciudadana no les reconoce y como si de una relación de amor y afecto se tratase la inmensa mayoría de las personas no les quieren ni les reconocen como representantes y mucho menos como sus líderes, de modo que a dichos «negociantes» no se les puede exigir que demuestren el carácter con que se dicen ejercer una inexistente representación porque, en definitiva, ni vergüenza tienen para reconocer la magnitud del desprecio del cual son objeto, de modo que, comparados con Juan Vicente Emparan, este, por lo menos, tuvo cara para mostrarse al pueblo y con alguna formal representación decía contar de parte de sus defenestrados reyes.

 

Asdrúbal Romero Silva

Abogado, Msc. en Ciencias Penales

Coordinador Estadal de Formación de Cuadros

@AsdrubalRomer16