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2020MéridaOpinión

Inmunidad natural, inmunidad adquirida y bioética – Por Abraham Sequeda

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La inmunidad innata o inespecífica es la que posee el ser humano desde que nace. Esta puede ser del tipo barrera como el ácido gástrico, el moco o la propia piel, elementos que básicamente evitan que el agente infeccioso ingrese al organismo. Si estas barreras fallan, la inmunidad innata también cuenta con una protección química constituída por sustancias tales como los interferones y los que conforman el sistema de complemento. A este tipo de inmunidad se le llama inespecífica, porque no reconoce a un agente infeccioso en particular.

Por otra parte, la inmunidad adquirida, es la inmunidad que se desarrolla con la exposición del organismo a diversos antígenos, a lo largo de la vida. Este tipo de inmunidad, al contrario de la inmunidad innata, el sistema inmunitario de la persona sí reconoce a un antígeno en específico. La inmunidad adquirida, por lo tanto, es la que ocurre cuando el organismo se expone al agente extraño: virus, bacterias, partículas inertes, toxinas, entre otros.

En el desarrollo científico para la prevención de enfermedades infecciosas, el término inmunización indica que, se ha desarrollado una forma planificada y segura de activar o de que el cuerpo humano adquiera inmunidad o resistencia a un agente infeccioso, del cual se quiere proteger. De esta forma se llega a dos tipos de inmunización: la inmunización pasiva (anticuerpos) y la activa (vacunas).

Las vacunas son preparaciones, medicamentos (productos biológicos) “destinadas a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. Puede tratarse, por ejemplo, de una suspensión de microorganismos muertos o atenuados, o de productos o derivados de microorganismos”. (OMS)

Según la definición, a decir verdad, lo que se ha comercializado a nivel mundial como vacuna contra el SARS-CoV-2, no lo es; se trata más bien de una terapia génica, solo que no es ADN lo que se incorpora sino ARNm. Solo uno de los productos en desarrollo cumple con el requisito de vacuna (ensayos de fase 3 en curso, aprobada en algunos países).

A propósito de este medicamento contra SARS-CoV-2, sobre el cual, en muchos países de la región, sus autoridades en salud hablan de la adquisición de millones de dosis para lograr altas coberturas, ¿qué ocurre entonces con la cobertura de vacunación particularmente en Venezuela para: Haemophilus influenzae tipo b (Hib), hepatitis B, meningitis, sarampión, parotiditis, poliomielitis, BCG, tétanos y fiebre amarilla?

Para aclarar el término cobertura: esta es la proporción de niños que reciben las vacunas recomendadas, obteniéndose del resultado de dividir el número de niños a los que se les ha administrado una determinada vacuna, entre los niños a los que se les debería haber administrado, por lo general niños de 1 año y menos. Mientras que, la cobertura de vacunación a otros inmunógenos (aplicable probablemente por ejemplo al SARS-CoV-2) se refiere para aquellos esquemas en personas adultas o casos especiales.

Se estimaba hasta 2015 que la cobertura en algunos países del Caribe y América Latina, incluyendo Venezuela, la cobertura de vacunación no superaba en promedio el 16 %, situación que se ha deteriorado por la pandemia.

Por lo anterior, los expertos y profesionales en materia de salud deberíamos ser lo suficientemente críticos y proactivos, para que, en una época de oscurantismo, esta vez, en el sistema sanitario mundial, hacer aportes a este ámbito crucial para el desarrollo humano; promoviendo el apego a la Bioética y la Declaración de Helsinki, sobre principios éticos para la investigación médica sobre sujetos humanos.

@abrahamsequeda