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Cuando un país deja de ser polo positivo de migración y se convierte en la paria del continente, ya no hay nada que hacer. Sin generación de relevo, con un sistema educativo tan destrozado que es incapaz de formar una sola generación útil, es muy poco probable siquiera tener una noción de país. Quedan diez, quince años de deterioro continuo y después de eso Colombia y Brasil tendrán permanentemente a sus ejércitos patrullando la frontera porque tratarán de contener dos realidades abrumadoramente distintas.

Haití y la República Dominicana son el ejemplo más ilustrativo, pero este caso es peor porque serán un millón de kilómetros cuadrados de tierra arrasada. Estos demonios que apostaron a la visión de un mundo multipolar han sido tan delincuentes que hasta sus aliados consuetudinarios los abandonarán y ya lo están haciendo. No habrá una Rusia, ni una China, ni Turquía que estén dispuestos a seguir apostando a perdedor.

Olvídense del petróleo, eso dentro de ese lapso de tiempo no valdrá nada. Olvídense del oro, ya para ese tiempo habrán destruido todo y no habrá nada que explotar. Los que hoy emigran ya no serán venezolanos en quince años o, por lo menos, no sentirán compromiso alguno con sus orígenes; en quince años los viejos que dejaron atrás, ya estarán muertos. Los jóvenes que en algún momento esperaron graduarse en una universidad, ahora esperan graduarse de un bachillerato para emigrar; en quince años saber leer y escribir será su máxima aspiración.

Todavía hay plata y, por eso, hay gente interesada en lograr un cambio político, pero no los mueve el interés patriótico, los mueve la codicia. Cuando no haya plata tampoco habrá interés en hacer política. Los empresarios que hoy se arrastran ante la dictadura lo saben y sólo están quitándole el pegado a la olla.

Un día alguien me dijo que los países no se acaban, pero cuan equivocada estaba, esto cada vez es menos un país.

(@RaefZibaqui)