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2020OpiniónTáchira

¡Felicidades, eres bachiller! … ¿Y, eso de qué me sirve? – Por Eva Verónica Seiler

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Ha sido una odisea estos 2 años escolares (2019-2021) tanto para los docentes como para la familia, todo esto producto de la pandemia.

Más complejo y difícil en Venezuela, las continuas y prolongadas horas de oscuridad por falta de electricidad e internet, hacen imposible que la educación virtual sea eficiente o medianamente eficiente. Ni hablar si el docente no tiene la preparación adecuada, ni la vocación necesaria.

Al régimen le cayó como anillo al dedo esta situación por todos lados: combustible, apagones, violencia, escasez y la diáspora, y un liderazgo adormecido e indiferente.

Ante esta realidad, nuestros jóvenes -futuros bachilleres- han sido altamente afectados. Se les truncó a muchos su proyecto de vida, independientemente que se queden o se vayan del país. Sobre todo lo que en una vez se denominó grupo social de “clase media”. Padres que deciden buscar una mejor alternativa educativa optando a la educación privada.

La alegría de ver a nuestros hijos graduados se ha esfumado ante las medidas de bioseguridad de evitar actos masivos o de alta concentración. El distanciamiento social, ¿es necesario? Los jóvenes no lo entienden. Es su día, lograron lo ansiado. La pandemia y las autoridades le juegan un mal tiempo.

Esto ha llevado a que por más que los padres, como docentes, tratemos de animarles, felicitándolos por este gran peldaño que han subido, ¡Serán bachilleres! ellos se sientan defraudados, no podrán ir a la universidad pública; si quieren estudiar debe ser en una universidad privada.

La situación pandemia ha golpeado a la familia en todos los sentidos, más económicamente. Hay que trabajar para sobrevivir. La gran mayoría menores de edad tienen que madurar y aceptar que el cuento de hadas ha terminado, así dijo una mamá. Unos llevan su tristeza por dentro, otros no la disimulan un poco más y son indiferentes. La realidad es que unos tantos no podrán hacerlo.

Algunos docentes hemos estado aconsejando sobre las diferentes opciones que tenemos en las carreras de este lado de occidente. Con las universidades públicas sin definir su apertura, oscurece aún más el panorama. Otras tratando de abrir para pasar a la transición de público a semi privada. Se ofertan las carreras y sus costos son en dólares pagaderos a la tasa del día; y, estamos de acuerdo que es la única forma de arrancar y solventar la crisis. Que no haya fugas de buenos cerebros, docentes de vocación y servicio que puedan sobrellevar su situación.

Se les emplaza, por si deciden irse, que vayan con su título de bachiller en mano y la certificación de un curso que les ayude a realizar algún oficio en el país al que se dirigen, debidamente legalizados. Algunos se animan y han tomado el consejo. Otros su silencio y una sonrisa tímida te lo dice todo; a lo que se siente un pesar.

La gran pregunta: ¿Podrán los padres de estos futuros bachilleres torear la crisis para que sus hijos continúen con su proyecto de vida? Porque si no, pasará como me dijo Andrés: “Bachiller… y de qué me sirve?