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(Los Teques. 10/05/2021) Tanto Borrell, el español entremetido, como algunos personeros políticos venezolanos desprestigiados por lucir como secuaces del régimen, han coincidido desafortunadamente en aplaudir como un paso firme, seguro, como una apertura, la composición del más recientemente designado Consejo Nacional Electoral.

El paso es en falso. Y hacia atrás. La contradicción salta a la vista por muy evidente. Una Asamblea Nacional espuria, producto de unas elecciones desconocidas por más de medio mundo (literalmente) en diciembre pasado, donde ganó sobradamente la protesta cívica de la abstención, designa a otro poder del Estado: al Consejo Nacional Electoral. La pregunta cae como fruta madura: ¿Cómo reconocer un CNE producto de una desconocida Asamblea Nacional, producto de unas desconocidas elecciones fraudulentas? Imposible.

Afortunadamente, así como existen voceros socialistas/comunistas, como el tal Borrell, interesados en enrarecer más la rara situación venezolana de encrucijada entre tiranía terrorista y libertad; así como existen tarifados partidos y pseudolíderes políticos que optan por corear consignas del régimen, tales como Henrique Capriles, Henry Falcón, Stalin González, Eduardo Fernández o Enrique Mendoza, por mencionar algunos destacados, también existen quienes se oponen a los dislates alargadores del secuestro criminal de Venezuela.

Esto sucede dentro y fuera del país. La Organización de Estados Americanos ha sido enfática en su comunicado de desconocimiento tanto del CNE como de las elecciones que produzca ese adefesio. Plausible gesto coherente de Luis Almagro y la OEA. De igual modo actuarán todos los países que desconocieron las «elecciones» fraudulentas de diciembre próximo pasado y su producto: la ilegítima Asamblea Nacional. Por tanto, ese CNE no significa ningún paso adelante. Ningún tipo de avance en procura de la liberación del país. Es, una vez más, un acto folklórico, burlesco, canalla, buscar reconocimiento de una institución al servicio de un régimen que ignora la separación de poderes y, por tanto, la democracia y la institucionalidad. ¿A quienes pretenden engatuzar?  Llevamos muchos años continuos de la misma burla ya más que desprestigiada.

Plausible la posición de partidos y líderes que sí optan por deslastrar a Venezuela del terrorismo de Estado, del secuestro de los poderes y de la ciudadanía, del miedo, la persecución, la prisión, la muerte y los permanentes atentados al Estado de Derecho y la constitucionalidad. El deber es optar por la libertad, sin dejarse engañar por camuflados sátrapas internos o externos. Ese CNE es otra trampa del régimen y sus acólitos nacionales e internacionales. Él y sus posibles elecciones merecen el desprecio absoluto, general. Sin miramiento alguno. Otro paso en falso, despreciable, de los tiranos y sus acólitos comprados.

William Anseume