Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

En todo momento, el régimen negó el asesinato de Fernando Albán y ni siquiera ensayó una respuesta más o menos decente sobre Acosta Arévalo. Hay una masacre de presos comunes en tierras portugueseñas y, porque eran presos comunes, se deja la cosa para las diligencias burocráticas sin mayor explicación. Día por día, sufrimos de esta pandemia de homicidios que, por supuesto, privilegia a aquellos por razones enteramente políticas.

El otrora gladiador a favor de los derechos humanos de antaño y, faltando poco, jurándose como poeta, nunca pestañó y le importó un bledo estas muertes y la suerte de los familiares que todavía exigen una respuesta. Tarek, el usurpador del Ministerio Público, ha cumplido a cabalidad su papel, porque Nicolás lo sacó del fondo de la gaveta donde se encontraba, luego del desprestigio ganado como gobernador de Anzoátegui, y lo elevó a tan delicada responsabilidad asignada: callar y taparear la ruda faena de la represión que ha tenido resonancia en la propia ONU. Pero, ahora, le flaquean las piernas al fiscal, o eso aparenta.

Más allá de todo remordimiento, ¿será porque se sabe candidato a sentarse en el banquillo de los acusados de la Corte Penal Internacional? Lo acontecido en Venezuela no es poca cosa y Saab es corresponsable de la feroz e inmunda represión que sigue su curso. Quizá pensará que es más fácil entregarse y pactar con la DEA que esperar al derrumbe del régimen de Nicolás y, esposado, viajar a lejanas latitudes para esa suerte de juicio de Nurnberg que todo el mundo imagina que vendrá. ¿O quizá le ha enviado un público mensaje a Nicolás, advirtiéndole del conocimiento pleno de las cosas que han pasado, en demanda de un ministerio que le proyecte como un potencial sucesor en Miraflores, o de la imposible vicepresidencia de la República que está en manos de los hermanos Rodríguez, agentes por excelencia del G-2? Tarek está arrugando con el caso de Albán y Acosta Arévalo y no gratuitamente, esperando algo a cambio, sabiéndose rechazado por la población y hasta por los clubes literarios y de fisioculturistas mientras no los subsidie.