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(Los Teques. 29/04/2021) Con estupor y espanto la sociedad venezolana escuchó a un director policial anunciar, a nombre del régimen, que establecerían acuerdos con un delincuente de alias El Coqui. El mismo que tiene el control de una grande zona caraqueña cuyo centro de operaciones se encuentra en la Cota 905. Armas, drones, dinero, e informantes son parte de los sustentos materiales de estos sujetos al margen de la «ley».

Hemos tenido conocimiento de algunas fechorías cometidas por alias El Coqui y su megabanda. Algunas han dejado muy mala imagen y muertos en cuerpos policiales y otros uniformados. Cuerpos policiales y militares que no cumplen para nada la función que tienen establecida, por la que perciben el cobro de su trabajo. Esa mala imagen incluye muertos. Además, está la imposibilidad de contener los desafueros criminales de esas operaciones de bandidos citadinos.

Un régimen incapaz de negociar seriamente con la oposición, que la secuestra en sus mazmorras, que la mata y tortura y exilia y persigue y acosa; un régimen incapaz de llegar a acuerdos respetables con los empresarios del país; un régimen imposibilitado por sus intereses políticos de establecer entendimientos con la comunidad internacional a fin de impedir las sanciones que sobre él recaen; un régimen impotente para entenderse dentro y fuera del país por temas como los Derechos Humanos, la salud, las vacunas o la educación y el trabajo; este régimen de terroristas se plantea, sí, sorprendente, establecer negociaciones con alias El Coqui para llegar a acuerdos acerca de sus actuaciones.

Es indudable que el régimen habla el lenguaje de la delincuencia y no el de la política, no el de la civilidad. Es evidente que al terrorismo se le hace más fácil acordar elementos con bandas delictivas más que con cualquier organización social o política: partidos, Fedecámaras, gremios o sindicatos. Es indudable, además, que el régimen de cobardes se siente a sus anchas apresando abuelos, estudiantes, niños, damas, políticos desarmados. Esta enunciación de la acción de entendimiento con el crimen coloca, una vez más, las cosas en su lugar. Demuestra la tesitura también criminal del régimen. Un régimen que habla la jerga de los embozados.

Negociar con criminales. Justo lo que la oposición democrática no debe aceptar. Justo lo que la oposición democrática no debe hacer. Ha sido advertida en múltiples ocasiones. Esta es otra alarma espantosa en ese mismo sentido.

William Anseume