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Las acciones que vienen realizando los dirigentes sindicales de SIDOR, invitando a la unión de las demás empresas básicas, así como a otros sectores de la sociedad, es un llamado a mantenerse en protesta en contra del secuestro de los derechos laborales en Ciudad Guayana. Es una cuestión de dignidad humana, laboral y social.

Hoy expreso mi apoyo a hombres y mujeres valientes que no abandonan la lucha por reconquistar nuestras empresas, personas que llevan años defendiendo los derechos contractuales que le aseguraban buen salario, acceso a la salud, educación, gastos funerarios, prestaciones sociales, entre otros, que les permitieran una jubilación digna y no forzada.
Como quedarnos callados cuando desde el año 2018 venimos observando y viviendo las arremetidas a líderes sindicales y trabajadores que nos hemos pronunciado en contra de la línea ejecutiva cuando se decretó la reconversión monetaria, que llevó a igualar todos los salarios a BsF1800 en aquel entonces, lo que inició la aplicación de una maqueta en sustitución de los tabuladores salariales en Guayana, secuestrando todos los beneficios contractuales logrados por nuestros antecesores.

Desde ahí, se profundiza toda esta batalla laboral frente a un Estado que dice llamarse “obrerista”. En 2018 nos igualaron a todos para abajo, nos empobrecieron junto a nuestras familias y a la ciudad en general, porque los trabajadores de las empresas básicas fuimos el sustento de la economía de nuestra Guayana y hasta del país.

Este es el «mandato» más antiobrero que ha pasado por Venezuela, aplicando un abuso de poder desmedido, utilizando los despidos, suspensiones de salarios y jubilaciones forzadas a los trabajadores por el sólo hecho de pensar diferente y defender los derechos contractuales sin vender la dignidad, porque si algo tenemos claro es que la dignidad no se negocia.

Este sistema es el devastador del sindicalismo en Venezuela. Los sindicatos son su peor enemigo, por esa razón se creó primero una fuerza de sindicatos patronales en cada una de las empresas, los que se arrodillaron y vendieron a los trabajadores, después que estos últimos votaron por ellos confiados en un cambio.

Esos sindicalistas traidores son los protagonistas principales de la destrucción de las empresas, su incapacidad para manejar las plantas con el control obrero dejó una clara huella en sus gestiones, para ello no escogieron a los mejores y más capaces, sino al que le fuera servil y se arrodillara ante el Estado. Eso profundizó la desmotivación en la fuerza laboral.

Es muy duro haber entregado años de nuestras vidas a una empresa a la que sin reparos le entregamos juventud, conocimiento y amor, para que luego, por atreverte a levantar la voz ante el Estado, que gira líneas en perjuicio del valor más alto de cualquier empresa, como lo es el factor humano, entonces arremetan contra uno y por consiguiente contra nuestras familias, dejándonos desposeídos de todo aquello que por ley nos corresponde.

No es la primera vez que sucede, ya han venido aplicando las jubilaciones forzadas, la congelación de salario y el despido como una forma vil que pretende silenciar a quienes de manera valiente han decidido no ser cómplices de la violación de derechos humanos, yo misma soy un ejemplo de ese abuso de autoridad. Una vez más, utilizan la psicología del miedo, la humillación y el abuso de poder contra quienes por convicción y dignidad defienden el derecho al trabajo con salario justo.

Cuando se trate de menoscabar los beneficios laborales, cuando busquen humillar al hombre de trabajo se van a encontrar con muchos: José Saracual, Carlos Ramírez y Tania Rodríguez, con muchos más trabajadores dignos porque sin darse cuenta, ante sus ataques injustos estamos demostrándoles que en Guayana hay hombres y mujeres de acero, de aluminio que no vendemos la dignidad y que seguiremos luchando para que la justicia laboral llegue hasta reestablecer a los trabajadores en ese nivel de vida próspero y de bienestar que se logra por el trabajo honesto que va en beneficio de nuestras familias y la comunidad guayanesa.

Expreso mi apoyo y respeto a estos hombres y mujeres luchadores, valientes, que los mueve el honor a su trabajo de años, el amor a su familia y que buscan reconstruir una patria de igualdad, sin discriminaciones por diferencias de pensamientos políticos. Eso es una auténtica democracia, poder tener diferencias políticas sin que eso traiga consecuencias individuales.