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(Los Teques. 29/03/2021) Este año se vuelve a afianzar en la política venezolana, no sin su alta dosis de manipulación, de despreciable chantaje burdo, el término unidad. La búsqueda desenfrenada del «uno» como quimera salvadora. «Uno para todos y todos para uno». Tan hipócrita vuelve a resultar el planteamiento que retrotrae a los peores momentos de la Mesa de la Unidad Democrática, del mismo modo que a la más reciente mesita unificadora (¿humifucadora?), al grupo de los cuatro (¿fantásticos?). Ninguno de quienes proclama hoy la unidad compartía, al menos públicamente, la ideología que Hugo Chávez pretendió implantar desde sí, im-poniéndola, como «pensamiento único».

Unidad no hubo en Venezuela ni para librarnos entonces de los españoles, o para constituirnos como nación. ¿Acaso no quedan en nuestra memoria los episodios protagonizados por Andrés Bello, quien ni siquiera tornó a estos atolondrados lares; por el singular José Domingo Díaz, Pedro Carujo, Piar, o el propio José Antonio Páez? ¿Se puede acaso hablar de unidad por el pensamiento bolivariano? ¿Y Miranda?

Algún atisbo unificador hubo, por acercarnos más acá, cuando se decidió salir de Pérez Jiménez juntando esfuerzos. Aun así, Rómulo Betancourt decidió que los comunistas no iban en la jugada, por más tenacidad que pusieron en la lucha contra el dictador militar y gocho, para más señas. Unión Republicana Democrática abandonó rapidito, quebradizo, posteriormente. Se transformó en el dominio absoluto de dos, de todos conocido, por largos años de una ensoñadora paz que trajo lodos pesados, estos lodos sangrientos.

Así pues, a la pregunta: ¿Unidad para qué? María Corina Machado lo estableció con la claridad y la contundencia acostumbrada por ella esta misma semana. La única unidad posible es aquella que nos conduzca a la libertad más prontamente. La unidad electoral para darle más aires al régimen del terror no es justa ni necesaria. La líder de Vente Venezuela sitúa los hechos nuevamente en el sendero de aquel 23 de enero más reciente en el que el camino trazado era prístino: ante todo sacarlos a ellos. Después, toda la organización debida.

El apoyo internacional debe centrarse en esa misma idea. ¿Negociaciones con los burladores de acuerdos, de palabras? ¿Más diálogos con los secuestradores de todo un país que han causado estragos y lo siguen causando en todo el continente y más allá? ¿No está a la vista lo acontecido en Apure con sus fatales consecuencias para la región, por solo ejemplificar con frescura temporal? Las elecciones para ser deseables no podrán ser tampoco esta vez competencias por los cargos, deben ser procesos reconstructores, reinstitucionalizadores. Saldrán los detractores, siempre, a señalar que con elecciones los sacamos, les tomamos el poder regional. Olvidan los paralelismos y las neutralizaciones impuestas a gobernadores y a la propia Asamblea Nacional. Pasan por alto el avance de las comunas con las que pretenden sustituir el Estado establecido en la Constitución. Olvidan el secuestro, la jaula, el alpiste. La libertad como norte. Sin ella todo es más turbio. Sin ella, cualquier acción, y más junto a ellos, atornilla en el poder a los terroristas.

William Anseume