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Tardía, pero segura, o, mejor, oportuna, ha sido la respuesta del régimen al doble problema universitario en Venezuela: el que heredó y cultivó, convencional, de varias décadas en el siglo XX,  y el que deliberadamente creó, con más de veinte años   a cuestas en la presente centuria, políticamente eficaz e implacable.  Los viejos encapuchados, por  siempre, supieron de una instancia de poder necesaria de neutralizar y liquidar de haberles tocado, como ocurrió, mandar en este país.

A pesar de las muy elocuentes evidencias que cursan desde el propio ascenso  de Chávez Frías, hay quienes – harto convencionales – niegan el riguroso cumplimiento de una estrategia de extraordinarios resultados. Sobre todo, respecto a la interesada desestructuración del alma mater en un país que se hizo y continuó siendo República también por sus aportes.

Un ejemplo, es el llamado sistema patria absolutamente planificado para pagarle a todo el mundo en las universidades. Hasta el más modesto aseador, dependerá de las taquillas virtuales de Maduro Moros que intentarán hacer gratas las autoridades, profesores y demás empleados administrativos y obreros, como acontecerá con los contratistas e ministeriales apoyos y conciertos.

Los salarios, con un aumento tan ridículo que ya está pulverizado, ya no dependerán del presupuesto universitario intencionalmente precario de cada universidad y sólo les quedará a los jefes de personal, lidiar con las prestaciones sociales y otras inviables obligaciones laborales. El patrono es y será, el ministro de Educación Superior que es el que paga, convertido en el zar de un sector donde en el que no se asomará ningún pliego conflictivo, y la dirigencia gremial correrá o se encaramará. Valga acotar, para eso idearon una tal federación bolivariana de trabajadores universitarios para perfeccionar el trabajo ministerial y llevarse por el medio a nuestro augusto liderazgo profesoral y estudiantil.

El socialismo está imponiendo un cambio estructural en la universidad venezolana para siquitrillarla, dejando el regreso al aula presencial como una demanda estelar de los que desesperan por graduarse y apostillar, sin percatarse de lo que objetivamente acontece, convertido el ministro usurpador en el rector de rectores. Por favor, no estamos en trance de una  situación accidental y, menos, entretenidos con el problema harto convencional, saboreando una anécdota.