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(Maracay. 08/03/2021) La mujer es el dulce bálsamo de la existencia, el equilibrio de todo. A papá siempre se le teme un poquito más, el tipo siempre está en el grado superlativo de la pirámide, entonces siempre es más fácil entenderse con mamá. Papá puede querer comprarte los zapatos de moda, mamá te comprará los zapatos que necesites; papá pretenderá ponerse la misma camisa y el mismo pantalón, mamá no sé permitirá que la gente diga que ese señor no tiene más ropa.

En otras casas papá no está, pero mamá siempre está. Algunos hasta tienen en casa a mamá y también a la abuela, nietos de sonrisas picaras plagados de la malacrianza, producto de la competencia por ganar las estadísticas de las complacencias.

Gracias a Dios cada día se habla menos del sexo débil, porque cada vez que lo mencionan pienso en nosotros, los hombres, como el sexo de los inútiles. Dios sin duda es hombre, cada veintiocho días les envía ese castigo a manera de cambios hormonales para atenuarles un poquito ese coqueteo que se traen siempre con la perfección, porque los otros veintisiete días son el corrector automático de nuestras estupideces, toda mala idea debería tener una mujer plantada en frente para que no trascienda.

Una mujer es capaz de aplomar a un hombre sin ningún esfuerzo, los hombres apenas y a veces servimos de consuelo. La mujer es la dulce tersura que viaja en una fracción de segundo del regaño hasta el consuelo, de la rabia hasta el cariño, el cable a tierra de las fantasías que no merecen ser más que eso.

Mientras más protagonista es la mujer, mejor se hace toda la vida misma. Esta reflexión la hace un hombre resignado a entender que no existe comparación posible entre un hombre y una mujer.

Nunca como hoy tiene más sentido la expresión “Feliz día, mi vida”.

@RaefZibaqui