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No pueden ser más que despreciables y repudiables los recientes hechos acontecidos en el estado Portuguesa, en donde fueron víctimas tres jóvenes, que tras ser violadas fueron vilmente asesinadas. La violencia contra la mujer ha sido un mal que se viene arrastrando durante mucho tiempo, estos hechos bochornosos ocurren a diario en todos los estratos sociales, sobre todo en las comunidades más desposeídas y se vincula directamente a la falta de valores, en un país donde la educación no es su mejor expresión, y por supuesto, a ese mal llamado machismo exacerbado.

No es exclusivo de la sociedad venezolana, es un fenómeno que ocurre incluso en los países con mayores desarrollo educativo, claramente en menor proporción, no solo por el justo valor hacia las féminas, sino por la preeminencia de un sistema judicial que se desempeña ejemplarmente y que sanciona de manera rigurosa a todo acto delictivo, pero que de manera coercitiva, exalta la pena en este tipo de acciones donde la mujer es la víctima.

No son pocos los casos en donde el maltrato se hace rutina, y el maltrato no solo físico sino verbal, es un común denominador en los hogares venezolanos, solo que la estadística está distante de los hechos reales que ocurren a diario -al igual que el fenómeno del Covid19-. Generalmente la mujer agredida, no denuncia su situación, incluso en determinados casos lo ven como una situación normal, de la rutina familiar, lo percibe la afectada, lo asimila el agresor, y  peor aún, forma parte de los valores inculcados a sus hijos con la complicidad del entorno, que amparado en un  supuesto respeto a las vidas ajenas, o por temor a ser también objeto de la violencia, o simplemente por complicidad acomodaticia, hacen mutis ante estos  desnaturalizados hechos.

He venido sosteniendo en otros escritos, que nos llevan a los venezolanos  a un espiral de violencia, es lo que se expresa y refleja incluso desde las más altas figuras del poder. Todavía recuerdo cuando en cadena nacional, y dirigiéndose a todo un País,  el teniente coronel Hugo Chávez, le anunciaba a su esposa Marisabel que al terminar la misma “le daría lo suyo”. No sé cuál fue la mayor calamidad, si ver a quien dirigía los destinos de una nación modelando vulgaridad y machismo en su mayor expresión, o si ver a unos seguidores celebrando y haciendo mofa de este aberrante episodio.  Eso tristemente estaba definiendo el destino penoso de lo que años después seriamos como país.

De manera extrema y al parecer contradictoria, la sociedad venezolana en su esencia e históricamente se ha sostenido por la fuerza y la determinación de sus mujeres, podría atreverme a decir que en las familias sean esta  disfuncional o no, la mujer ha sido la que ha cargado el mayor peso y la mayor responsabilidad, y gracias a ellas, sus hijos han podido evolucionar de manera adecuada e insertarse cabalmente a una sociedad que no le ha sido cómoda.

Cada familia tiene su bastión en una dama, cada hijo tiene la grata marca, dejada por alguna de estos ángeles terrestres, que con amor profundo marcaron su alma, en su rol de madre, de abuela, de hermana, de tía, o hasta de amiga cercana, han sido el sostén  y el mayor soporte del afecto de los hijos y de su entorno.  Pero no solo me referiré a lo afectivo, que pareciera lo que naturalmente ocurre, sino a la propia organización social y a la convivencia comunitaria.

Los que hemos estado involucrados en política, y por ende estamos en contactos con los distintos sectores sociales, vemos como siempre se destaca la mujer en la condición de liderazgo, pero extrañamente hay una barrera que les impide acudir a cargos de poder y de responsabilidad de Estado. Es tan evidente este fenómeno que hasta existe una legislación para equiparar y ordenar a las organizaciones políticas la inclusión de la mujer en las plataformas electorales que presentan ante una eventual elección.

Situación curiosa, más cuando uno sabe que la mayoría de liderazgos sociales están en los hombros de señoras, que luchan, protestan y defienden su derecho, cualquiera que sea su expresión.  Es necesario iniciar una gran campaña para crear conciencia sobre el valor de la mujer y el rechazo colectivo, a su agresión sistemática. No solo en la rigidez que debe existir en materia legislativa en torno a esta anomalía, que sin duda se ha abordado por esta corriente mundial de protección, sino por la importancia de lo que reviste las mujeres en cualquier sociedad.

Revertir la tendencia machista desde el hogar, entender la valía de las féminas pero en una campaña estructural que toque la fibra ciudadana, procurar un sistema judicial que en su integralidad evite este tipo de delitos con órganos de previsión que  disminuya su ejecución, erradicar de manera firme y decidida la violencia, y crear un gran proceso de reeducación al respecto, nos permitirá limitar y erradicar  estas  acciones que nos desdibujan como sociedad.

Damas del mundo y mujeres venezolanas, ante ustedes no basta ya un perdón o un lo siento, el único ofrecimiento que podría paliar tanto daño ocasionado a su existir, es que nosotros los hombres vivamos el resto de nuestras vidas para, elogiarlas, enaltecerlas, y valorarlas, en su justa grandeza existencial. Entender y afirmar que son ustedes la esencia y la mayor razón para respirar, pensar y Vivir.

“Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas”                                  NERUDA

Henry G. Alviarez Alviarez

Coordinador Nacional De Organización De Vente Venezuela

Caracas 01.03.2021