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Tengo aquí, en lo más profundo de mi corazón, a los jóvenes monaguenses que por todos estos años, desde el más limpio sentimiento se enfrentan a la usurpación. No quiero citar nombres para evitar dejar a alguno fuera del presente texto, pero el Día de la Juventud es ocasión para renovar el inmenso afecto y la extraordinaria confianza que les profeso. A ellos les corresponderán tareas inmensas para la futura reconstrucción solidaria del país.

La muchachada venezolana enfrenta retos muy parecidos a los que tuvieron que enfrentar aquellos que acudieron a la riesgosa cita en La Victoria y, en zafarrancho de combate, nacer de nuevo con la Patria en 1814. Puede decirse, “pagaron los platos rotos” de un siglo XXI estremecido por un proyecto comunista en curso. No conocieron al país de la normalidad democrática y de altos niveles de vida, con instituciones educativas abiertas y funcionales, con oportunidades de trabajo que hoy le están absolutamente negadas. Y muchos están lejos del país y de sus querencias.

Sin embargo, cifro mis mejores esperanzas por estas nuevas generaciones que, además, combaten abiertamente la cultura populista de un régimen totalitario.

Los quiero auténticos, genuinamente auténticos, capaces de formarse, prepararse, esforzarse disciplinadamente para hacer de la libertad una experiencia creadora. Los quiero de una humildad ejemplarizadora, empinándose por encima de las dificultades para nacer de nuevo en 2021. Por ello, en momentos de tristeza, lejos de casa, me anima recordar a los jóvenes venezolanos, a los orientales y, particularmente, a los de mi querido estado Monagas.