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Vente Venezuela hizo una extraordinaria demostración del descarado fraude electoral en Venezuela. Miles de fotografías demostraron el fracaso monumental del régimen que pretende fabricar un parapeto parlamentario, como nunca, en toda su historia, supo el país.  Y en todos los rincones de un extenso territorio también tomado por terroristas y bandoleros, quedó en evidencia el desastre de una usurpación a la que sólo la salva las oscuras alianzas con potencias extranjeras.

Sin embargo, deseo volver a una preocupación que he manifestado en otras ocasiones sobre nuestra demografía. Las estadísticas falsas emitidas criminalmente por el régimen no dan idea de cuántos somos y qué lejos llega el drama de una supervivencia indecible. El CNE no refleja verazmente el número real de electores, porque infló desmedidamente los resultados e hizo migraciones arbitrarias, según la delictiva costumbre que explica sus trampas. Así como el BCV no da cifras confiables de la hiperinflación, ni los cuerpos policiales de las víctimas de la  delincuencia desatada tampoco, el registro electoral es un ejemplo de inmundas manipulaciones.

Suponemos tan intensas las migraciones reales en el interior del país, por problemas de hambre, de salud y de represión, mayores que las migraciones externas, buscando millones de desplazados venezolanos un refugio de salvación en cualquiera de los cinco continentes, por muy remoto que sea el lugar a donde llegan. Volátiles, los organismos multilaterales intentan llevar las cifras de una dinámica poblacional intensa, como inédita.

El socialismo intenta, en última instancia, esconder los números de las desgracias que ha ocasionado en largos veinte años.