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Quiero centrar las próximas líneas de este escrito en dos ideas básicas que me han rondado por la mente los últimos días; la primera de ellas es que una vez en la universidad un profesor me dijo «el politólogo no se debe casar con ninguna ideología» y la segunda, el temor marcado por la actual pandemia del COVID-19.

Ahora se preguntarán ¿qué tiene que ver un planteamiento con el otro? Y es que sí guardan relación, al menos bajo mi concepción; veo con profunda preocupación la destrucción sistemática de las libertades y el resquebrejamiento de las democracias en general, fundamentalmente en Latinoamérica y Europa.

No puede ser ningún secreto que la pandemia ha sido utilizada para el control social y para implementar acciones políticas erradas, para agendas ocultas, para la desinformación, para avanzar en la implementación de la supresión ciudadana frente a un rol de gobierno de turno mucho más fuerte; el Estado que decide por ti y que frente a ello no puedes hacer nada. No se trata de ser negacionista, no lo soy, hay una realidad sanitaria y médica innegable; pero que no se nos olvide por favor desde donde viene gestándose esto: China.

No son teorías conspiranoicas, no lo son.

Quienes crean que los gobiernos a nivel mundial están tomando las mejores acciones y que el odio-resentimiento que se ha desatado bajo las agendas de odio-resentimiento como la del «Black Lives Matter» en los Estados Unidos, la aprobación de la nueva constitución y protestas en Chile, el triunfo del ala de Evo Morales de nuevo en Bolivia, el apalancamiento del régimen de Maduro en Venezuela, el retroceso institucional en España a la cabeza de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias… (en fin, un largo etcétera) no son parte de este entramado perverso de control y huracán socialista desatado, se está mintiendo a sí mismo.

Nada de esto es casualidad. Es una agenda mundial de retroceso de destrucción masiva, de limitación de libertades, de apoderarse y modificar leyes fundamentales, de abusos de poder, de tomar y desmontar las instituciones; todo esto traducido en una pérdida de identidad, idiosincrasia, sentido de pertenencia, valores, principios, pensamiento crítico, sentimiento de nacionalidad.

La ciudadanía no puede ceder frente a esto, vivimos días turbios y oscuros y nos quieren callados, sumisos, preocupados y limitados.

Eso de que no podemos dejarnos llevar por ideologías o doctrinas lo creo falso, cada quien debe defender unos ideales y los míos son sin duda alguna, los de la libertad. Que por cierto el problema mundial actual SÍ es de carácter ideológico, que no nos mientan.

No creo en los mesianismos, pero sí creo que los individuos deben despertar responsablemente y entender un mal que ha azotado y nos sigue azotando: el del socialismo y el comunismo.

Hace poco leía entre una alianza de conservadores y liberales; yo creo que un gran problema que tenemos desde este lado es que estamos acostumbrados a atacarnos entre nosotros, a querer implantar un barómetro de quien defiende más la libertad, a enfocarnos en nuestras diferencias y no en nuestras similitudes o puntos en común… esto nos ha tenido divididos, desarticulados, disgregados, dispersos y no enfocados en erradicar lo que realmente representa un gran peligro para la humanidad en pleno.

Creo que como sociedad -en general- nos falta madurar muchas ideas y actuaciones, pero nos falta el talante de determinar cuáles son los males menores y cuáles son los males mayores, no nos quejemos después de porque perdimos oportunidades únicas e históricas, del porqué tenemos una actuación mayoritaria de ciudadanos equivocándose en comicios electorales, por poner un pequeño ejemplo; tampoco creo en los dogmatismos ni en las personas que tienen gríngolas. Así que o hacemos bien la tarea y abrimos este espectro o el monstruo de 3 mil cabezas nos cena a todos por separados.

Soy de esas personas que se niega a vivir dentro de una sociedad que solo acepta, acata, se cruza de brazos, asienta con la cabeza a todo, se calla frente a los que dicen tener la verdad y es un engaño o falacia; no quiero vivir amordazada, no más.

Como defensora del pensamiento libre, mientras tenga vida, me encargaré de denunciar lo que no está bien, lo que no nos representa y lo que nos oprime; también defenderé las ideas que nos traen la prosperidad y el desarrollo pleno, esas son las ideas de la libertad (sin apellidos).

Trascender: es una batalla que nos corresponde echar a andar y nos urge.