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(Calabozo. 26/10/2020) La tragedia ocurrida el pasado domingo 18 de octubre en las elecciones presidenciales y legislativas de Bolivia deja decepciones y desánimos para algunos en toda América Latina. Pero, más allá de eso, el regreso del socialismo al poder, después de un año de gobierno interino en ese país, nos deja profundas enseñanzas a todos quienes, en Venezuela, luchamos por quebrar al Estado criminal para avanzar a la instalación de un gobierno de Transición que reinstitucionalice y pacifique el país y organice elecciones presidenciales libres.

La primera gran lección de la victoria de Luis Arce es que una vez removido el líder del poder –como ocurrió hace un año, con la renuncia de Evo Morales-, el gobierno de transición debe desarticular de manera rápida y radical todas las estructuras y las lógicas que sostenían a la tiranía. El socialismo debe ser removido desde la raíz y esa tarea debe comenzar desde el gobierno de Transición, no debe esperarse a la elección. Y mucho menos cuando enfrentamos a enemigos que saben volver. Las Transiciones no deben basarse en cambiar de manera confiada a un rostro por otro y que el sistema siga igual, sino en desmontar las estructuras socialistas y, por supuesto, organizar las elecciones. La misión de un gobierno transitorio no es la de diseñar “planes país” para colar a sus líderes en la siguiente fase. La mentira es una de las lógicas que soportan al socialismo y debe ser desmontada tajantemente con el ejemplo.

Las imposiciones generan divisiones y son siempre clave del fracaso. Lo sabemos los venezolanos con el G4, el Frente Amplio, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y todas sus otras mutaciones y lo ratificamos con el caso boliviano. El candidato que llegó de segundo lugar, Carlos Mesa, no fue producto de un gran consenso nacional, integrador, o de un evento democrático que lo legitimase y fortaleciese. Esto dio pie a la candidatura de –sin contar a los demás- Luis Fernando Camacho, el candidato que llegó de tercer lugar, y que se planteaba como una tercera vía.

Otra lección profunda que Bolivia nos deja es que nuestras sociedades, en general, hoy demandan lo nuevo, lo original, lo auténticamente diferente. Frente a la corrupción, la transparencia; frente a la mediocridad, el profesionalismo; frente a la oscuridad, la luz; frente al socialismo, la libertad. Y si eso nuevo, original y auténticamente diferente no está en el menú, la gente elegirá –siempre- al malo original. Entre unos zapatos Nike originales rotos y viejos y unos zapatos chinos de imitación también rotos y viejos, la gente elegirá a los primeros. La oferta novedosa debe consistir entonces en zapatos limpios, nuevos, de calidad. Carlos Mesa, el candidato que llegó de segundo en Bolivia, era representante de una alianza llamada Comunidad Ciudadana, compuesta por distintos partidos socialistas.

Para avanzar con éxito a un gobierno de Transición y, así, a la organización de elecciones presidenciales libres los honorables de la sociedad deben estar al frente de la gesta. Para lograr cambios profundos ellos son claves y garantía de un cambio radical, de la esperada transformación genuina. Un corrupto, ni en libertad, luchará contra la corrupción; un malamañoso nunca pierde su estilo; un infiltrado siempre entregará la causa al enemigo.

Lo que de Bolivia debemos aprender, después de los resultados del 18 de octubre, es que las grandes soluciones que demandamos y necesitamos en nuestras sociedades no vienen solas, no caen del cielo. Tampoco se deben dar por sentadas porque las Constituciones o las leyes dicen tal o cual cosa. Las debemos generar con conciencia, con agilidad y con efectividad en un trabajo articulado entre todos quienes aspiramos una real transformación, de adentro –en lo más profundo- y de afuera. Después del desastre boliviano nos corresponde tomar ocupaciones y desechar preocupaciones. No tenemos derecho al desaliento, pero sí el deber de seguir luchando con los que son y para lo que es; conscientes de lo malo, pero también de todas nuestras fortalezas y nuestras oportunidades.

Lo que ocurrió en Bolivia pasó también el 27 de octubre de 2019 en Argentina. Y pasará en Venezuela si no nos amarramos los pantalones y nos enseriamos.  Nuestra lucha trasciende lo político y lo electoral, es una lucha cultural. No estamos jugando carritos.

@PedroDeMendonca