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Para muchos venezolanos, lo único de valor que les queda es su propia vida. Venezuela se les ha convertido en una nación en la que es imposible vivir. La crisis que azota a nuestro país la viven más directamente las clases de menos recursos, son los que más sufren, por falta de empleo, comida, y por ende, medicamentos. Sin dejar atrás el colapso de los servicios públicos, agua, gas, gasolina, energía eléctrica.

Muchos ciudadanos no se atrevieron a marcharse antes, pero la pandemia les dió la fuerza moral para iniciar la huida. ¿Cuál es su destino? Cualquier país que los cobije y les permita vivir con mayor dignidad, sin tanta mísera. Ya son muchos los que han huido desde hace tres años y, al parecer, todavía son muchos los que están por irse.

El camino a la frontera es largo, y lo es mucho más cuando se viene caminando por tantas horas de diferentes estados del país, soportando las inclemencias del tiempo, los atropellos de las autoridades y el desgaste físico, sobre todo cuando se camina con hambre y con sed.

La mayoría de los puestos de control los ven pasar sin molestarlos, pero el verdadero suplicio se vive en el último trayecto de 30 kilómetros, en el que funcionarios que no parecieran ser venezolanos, ya que los venezolanos no somos así, los acosan, los humillan, tratan de retrasarlos y hasta les roban el poco dinero que puedan llevar. Pero la fuerza moral se sobrepone y les da el aliento para finalizar una travesía en la que llevan cientos de kilómetros recorridos.

Estos caminantes son el reflejo de la crisis que nos azota y son un recordatorio al mundo de lo que los venezolanos sufren, por culpa de un régimen que solo busca mantenerse en el poder para seguirse enriqueciendo a costa del hambre y la miseria de los venezolanos.

 

Ruth Useche
Cordinadora de Comunicaciones, Vente Táchira.