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La Ley Antibloqueo, además, pretenden aplicarla en secreto.

 

Casi ya nada queda por decir contra la Ley Antibloqueo, presentada, según él, por el cacumen de Nicolás Maduro y aprobada de manera írrita por la írrita Asamblea Nacional Constituyente. Todo despreciable, aborrecible: la ley, el autor, quienes la aprobaron, los modos; dicen del mísero arpegio en el manejo de un Estado sometido, que busca espacios continuamente para el respiro que da la disidencia, mientras el liderazgo político se debate entre la fuerza (lo que corresponde) y el entendimiento con criminales que prolonga malamente su estancia en poder.

 

En un país (o sus desechos) sin ley, sin nada derecho y sin derecho ni derechos, donde además no existe información oficial en general y cuando creen otorgarla nadie cree, porque dentro y fuera se sabe que no resulta información confiable, por manipulada para interés político-discursivos, se pretende la aplicación de una ley supraconstitucional que busca hacernos pensar en Nicolás Maduro como un Midas paseándose por El Dorado y extendiéndolo a todo el territorio nacional. Así de fantasiosa es. Pero secreta en su aplicación, para que nadie sepa cómo.

 

En atención a un artículo constitucional sobre la seguridad y defensa nacionales, algunos apartes de la Ley Antibloqueo (misterioso bloqueo también inexistente, por cierto) tratan del resguardo de la información «clasificada». Así entramos en un limbo de serie policial que hace recordar secretos y misteriosos hallazgos recreados por mentes casi siempre perversas o anómalas de sus creadores. De ese modo, en su mundo de fantasía, el régimen pretende avanzar con expropiaciones, con privatizaciones, con expoliación de las riquezas y toda la fortuna que quede en este territorio, arrasado por las hordas chavistas, sin que nadie sepa qué, cuánto, quiénes o adónde. Su pretensión va mucho más allá, combatiendo con un mundo que prácticamente ya nada puede esconder ante la volatilidad de la información, puesto que se hace explícita la condena, la criminalización de quien revele la información secreta, clasificada.

 

Esas disposiciones coliden abiertamente con el derecho humano a estar informados de manera general sobre todo lo que sea de interés personal o colectivo, colide con la propia constitución cuando señala que tenemos derecho a estar informados respecto a lo nuestro y respecto a nuestras personas, incluso acerca de lo que se dice o se maneja como información sobre nosotros o nuestros bienes.

 

Soterraditos pretenden seguirse manejando en todo, creen ellos, para que nadie sepa, sin que alguien pague con cárcel, sus fechorías mayores. O sea, imaginan entregar el país, expropiar lo que queda, sin que nadie sepa nada y que aquel que sepa calle, porque si no va preso, con todas sus consecuencias. Todo esto bajo un régimen tiránico y criminal que no ha respetado letra alguna constitucional, que ha hecho lo que ha querido a la fuerza. No respeta separación de poderes, opinión electoral (coloca gobernadores alternos, sustituye el parlamento, apresa diputados), estructura de la Fuerza Armada (les introduce sin chistar las milicias como componente) ni, ya lo sabe el mundo, deja en pie derecho humano alguno, comenzando por el de la vida.

 

La búsqueda del cercén para la información no es novedosa, la censura se ha impuesto y se profundiza en estos días de tambaleo oficial. Cierran televisoras y radioemisoras, persiguen periodistas, dueños de medios y bloquean deliberadamente portales informativos. Pero ahora se hace ley, para ellos. Y se busca incriminar a quien divulgue la información de muy importantes e interesantes asuntos de Estado que nada tienen que ver con la seguridad y defensa, como no sea ponerlas permanentemente en riesgo. El derecho humano a la información tratarán de seguirlo evitando, es lo que dice la ley novedosa aprobada. Para mí, la presión por su inminente salida los tiene ya absolutamente extraviados de la realidad. No la hallan y se inventan fantasías que nos ponen a todos, así como a los recursos que han venido dejando, en la picota de ellos y de otros, aprovechados. Razones de más para que prevalezca la salida abrupta como la única acción viable.