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«La proxima guerra va a ser por los recursos naturales, como el petróleo, el gas, el agua». Afirmación de Evo Morales, el entonces diputado boliviano, en el Diario Granma, noviembre de 2.002.
Con base a este «principio», se supone que estos países deben concentrarse en el resguardo de sus soberanías por la supuesta intención de las grandes potencias de apropiarse de esos tan valiosos recursos. Para sorpresa de muchos, en esta teoría coinciden las primeras y actuales generaciones de la izquierda y la derecha, tremenda equivocación en el mundo de la computación y los robots.
Hace mas de 200 años, el gran poder de los recursos naturales ocasionó guerras por todas partes, incluyendo dos a nivel mundial, pero hoy en día, la riqueza de las naciones está determinada por la producción de ideas, el conocimiento, la investigación científica aplicada y el desarrollo de nuevas tecnologías. Las materias primas han dejado de ser una garantía de prosperidad, sino que en la mayoría de los casos son una condena al fracaso.
Aquella frase de Juan Pablo Pérez Alfonso, venezolano cofundador de la OPEP: «Hundiéndonos en el excremento del diablo, el petróleo» fue, en su momento, una frase netamente política; hoy es una profecía muy sabia, quizás viendo el futuro o simple coincidencia. Observen cualquier mapa con datos económicos de muchos países y se darán cuenta cómo muchos de ellos, con abundantes recursos naturales, como nosotros, están viviendo en la pobreza más absoluta. En cambio, otros que no disponen de esos recursos están entre los mas prósperos a nivel mundial. ¿Por qué? Porque se han concentrado en la Educación, las Ciencias y la Tecnología.
El índice de los países con ingresos per cápita más altos del mundo está encabezado por Luxemburgo, con 54.000 dólares por habitante; tiene un territorio mínimo y no tiene materia prima que vender. «En los siglos pasados, cuando el desarrollo económico se basaba en la agricultura o en la producción industrial masiva, ser más grande y rico en recursos naturales, tener más gente, era una ventaja. Hoy día, es una desventaja», afirmaba Juan Enríquez Cabot, académico mexicano, quien fue profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, escritor de varios libros sobre el desarrollo de las Naciones.
La ex Unión Soviética, hoy reducida a Rusia, país con los mayores recursos naturales del mundo, colapsó. Ni Sudáfrica, con sus diamantes; ni Arabia Saudita, Nigeria, México, ni Venezuela con su petróleo, ni Brasil, ni Argentina con sus productos agrícolas, ni muchos más han logrado superar la pobreza. Las pruebas están en que todos estos países tienen mucha más pobreza que hace 30 años. Naciones sin recursos naturales, como Luxemburgo, Irlanda, Liechtenstein, Malasia, Singapur, Taiwán, Israel, Hong Kong, Singapur, etc están entre los países con más alto nivel de ingresos per cápita del mundo.
Ni hablar de la Unión Europea, China, Canadá, Japón, Australia, Vietnam y Estados Unidos. Hay un modelo muy especial y muy estudiado por Universidades de todo el mundo, y es Singapur. Algo notable es que era una colonia británica sumamente pobre, convertida en país en 1965. Era tal la magnitud de su pobreza, que los líderes del momento se vieron en la necesidad de acudir a su vecina Malasia para anexarse a ese país, donde fueron rechazados por considerarlo un mal negocio.
En Agosto de 1965, cuando ese nuevo país se independizó, el Sydney Morning Star de Australia señalaba: «No hay nada en la situación actual que permita prever que Singapur será un país viable». Para sorpresa de propios y extraños, Singapur se convrtió en uno de los países más ricos del mundo, muy rápidamente. Su Presidente, LEE KUAN YEW, quien fue abogado de los sindicatos comunistas, concentró todo sus esfuerzos en la educación. Convirtió el inglés en el idioma oficial en 1978 y se dedicó a traer empresas tecnológicas de todas partes del mundo.
A comienzos de este siglo, el ingreso per cápita de este país era y es igual y superior hoy al de Gran Bretaña, el Imperio del que se había independizado. Otro ejemplo notable fue el de Irlanda, siempre considerada la hermana pobre de gran Bretaña, hasta que su revolución tecnológica le permitió superarla. Continuará…
Humberto Corradi G.
Economista.