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Quienes fueron al acto de ascenso del nuevo Comandante de las Fuerzas Especiales de la Guardia Nacional dicen que vieron a un muerto, con esos ojos suyos que se comerán los gusanos.

Juran que allí estaba presente, cómodamente sentado, en una fina silla de madera, nada más y nada menos, que el comandante Hugo Chávez.

Pocas horas después, las redes sociales reventaron con comentarios acerca de que Chávez caminaba en el aire y traspasaba los muros de los cuarteles para estar presente en los actos de ascenso en las distintas unidades militares del país.

Era predecible que un día de éstos, Hugo Chávez haría un milagro. La adulación y el culto a la personalidad son tan extremos que no lo detiene ni la muerte.

Por lo pronto apareció sentado, con su uniforme de pelotero y un nido de pajaritos en medio de sus zapatos de goma, en el patio de honor de la Guardia Nacional.

En esta situación pavorosa que es la sobrevivencia en Venezuela, con la falta de comida, medicinas, gasolina, gas, agua, luz, la invasión de guerrilleros, terroristas, cubanos, rusos, chinos, turcos e iraníes; además de la acción terrorífica de las bandas y mega bandas como las de “El Coquí” y “El Vampi” en la Cota 905 de Caracas; estaba escrito que en cualquier momento aparecería Chávez.

Ya no bastaba con la omnipresencia de sus ojos, ni los murales, ni la reproducción de su firma, ni la infinita repetición de sus videos y programas de radio en los medios oficiales; ni siquiera la rezandera de la oración del Credo modificada de los libros de Mateo y Lucas en la Biblia, para persuadir a la gente que el país está flotando en el mar de la felicidad prometido.

Era necesario que Chávez en persona se levantara del Cuartel de la Montaña, donde se mantiene eternizado, sin olor de putrefacción, que recuerde el carácter efímero de su existencia, para convencer a sus seguidores que lo endiosaron por el culto de la personalidad, que seguía aquí, como sucedió con otros tiranos y autócratas que se creyeron dioses, entre ellos Mao, Stalin, Fidel Castro y Kim In Sung.

Un mural de Chávez con la inscripción, «la muerte no puede tocarte, estás por encima del tiempo», anunciaba esa aparición.

Y allí estaba, como flotando, en medio de una parvada de pichoncitos de Guardias Nacionales que están siendo preparados por los cubanos para reprimir al pueblo venezolano que sale a ejercer su legítimo derecho a la protesta, como en Urachiche, estado Yaracuy, o en Boca de Uchire, estado Anzoátegui, o en Maracaibo, estado Zulia.

Chávez vino a ver a sus pichoncitos, pero tenía en los ojos los huevos de la muerte, los mismos que las víctimas de las torturas y ejecuciones que describe el informe de la ONU sobre Venezuela. El informe que revela las brutales técnicas de tortura del régimen de Maduro. El informe que desnuda con toda crudeza los delitos de lesa humanidad cometidos y los nuevos métodos de las fuerzas chavistas para lastimar y humillar a los presos políticos.

Así que, desengáñese, amigo lector, si usted es una de esas personas que cree en fantasmas. Los fantasmas no existen. El Hugo Chávez que asistió a la transmisión del comando de las Fuerzas Especiales de la Guardia Nacional no era más que una figura de cartón. El mal está hecho y la única salvación para salir de este infierno es lograr el cese de la usurpación ya.