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A todos  los vecinos del río El Limón, a ellos  que se levantan una y otra vez

Y a  quienes hace 33 años no pudieron…

Al  fraterno equipo de Vente Aragua  por inspirarnos

A  María Teresa y a Fernando por su infinita generosidad

Otra vez la lluvia… y  de nuevo el río llevándose a su paso el esfuerzo de numerosas familias venezolanas; son las horas difíciles que llegan cuando otras, las horas menguadas, las de la sobrevivencia, aún no se han ido.

A la zozobra y el miedo se le sumaron la crisis económica y la pandemia, y juntas visitaron a los vecinos de Mario Briceño Iragorry en el estado Aragua. A la mayoría de ellos, y también a muchos de nosotros, los recuerdos nos hicieron retroceder  treinta y tres años, para remontarnos con mucho dolor a los duros momentos que trajo consigo la conocida Tragedia de El Limón; aquel desastre natural que el  6 de septiembre de 1987 dejara a su paso historias de profunda desolación: un aproximado de 100 personas fallecidas, cientos de desaparecidos, 300 heridos y miles de damnificados forman parte de aquellas historias que tocan de cerca a los vecinos del estado Aragua y a toda Venezuela; son las vivencias de quienes se levantaron y también de quienes no lo lograron.

Se trató de una catástrofe natural que rebasó emocionalmente cualquier dato estadístico, cualquier parte oficial. No era difícil imaginar entonces la angustia que causaría a los vecinos cuando el 9 de septiembre pasado, hace días, la intensidad de las lluvias desbordara otra vez el río. Tampoco era difícil suponer los daños que dejaría a su paso en un país en el que no existe una política pública que genere un sistema nacional de protección que permita a la familia venezolana enfrentar los avatares de la naturaleza de manera planificada.

Por fortuna, con la desventura y el padecimiento, a El Limón también llegó la mano amiga y con ella se desbordó la solidaridad: muchos venezolanos, desafiando la adversidad  y la pandemia, se hicieron presente para encontrarse con  los vecinos del sector que en claro ejemplo de ciudadanía se constituyeron en un referente y ejemplo a seguir. Allí en Mario Briceño, una voz clara, firme y decidida, como la de la líder Yarely Reina, los recibió, y junto a ella, Eysa, una persona maravillosa en cuyo hogar se erige hoy el centro de acopio de El Piñal, se articuló todo un trabajo organizativo de solidaridad.

También nuestros connacionales en el mundo y muchos amigos de las causas nobles extendieron su mano amiga,  y gracias a ellos y a tantos venezolanos que con limitaciones hicieron lo posible para estar cercanos, junto a la empresa privada, a profesionales de la salud y a fundaciones se hicieron donativos, entregas de insumos y jornadas médicas. Todo un trabajo  voluntario de acompañamiento.

Entre estos venezolanos comprometidos con su gente destaca por su respeto a la dignidad humana mi fraterno equipo de Vente Aragua, conformado por seres humanos generosos como Nicole, Mafer, Luis Ojeda, Luis Valor, Luis Romero, Claudia, Fefo, Paola, Mónica, Joswal, José Belisario y Francisco, quienes junto a María Teresa Clavijo, coordinadora estadal y a Fernando Marcano, coordinador de Organización, no dudaron un momento en hacer todo cuanto estuviera en sus manos para ayudar a su gente, logrando a través de un excelso esfuerzo ejecutar las actividades mencionadas. Mención especial merece la presencia de Maria Corina Machado, coordinadora nacional de Vente Venezuela, quien estuvo junto a los vecinos y a su equipo acompañándolos en estas horas difíciles, conscientes del duro momento y haciendo de la solidaridad la verdadera unidad, haciendo de esta una sola causa; allí también estuvo.

En medio de la tribulación aparecen personas maravillosas que en días de lluvia iluminan más que el sol,  y una vez que este asoma, muestran optimistas los colores del arcoíris de la esperanza a quienes las nubes les impiden verlos. Ellas son, en horas difíciles, la mano amiga: se trata de seres humanos generosos y extraordinarios que sin saberlo se convierten en parte de la misma historia que un día contarán.

Esta, por ejemplo, es la historia después de la lluvia; la historia que cuenta el hermoso relato sobre la resiliencia humana ante la adversidad, la historia de la solidaridad articulada que cuida antes que nada la dignidad humana. Es una hermosa historia que no solo mira lo que se lleva, sino también lo que no nos puede arrancar, aquello que arraiga y también aquello que nos traen las horas difíciles. Esta es, quizá, la historia más allá del río.