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Desde que el chavismo llegó al poder, más de trescientos mil venezolanos han sido asesinados, según el Observatorio Venezolano de la Violencia, y todavía hay ciertos gobiernos e instituciones internacionales que rechazan que se le aplique la palabra «genocida» a este régimen.

No comprenden que la muerte volvió a clavar sus dientes sedientos de sangre, esta vez en Venezuela, igual que sucedió en Armenia, Ruanda, Ucrania, Camboya o China, donde la indiferencia del mundo permitió que se cometieran los más crueles genocidios de la historia.

Lo más grave del caso venezolano, es que uno de cada tres homicidios fue cometido por efectivos civiles o militares de los cuerpos de seguridad del estado, según las investigaciones que realizó esa misma organización no gubernamental.

Esto demuestra que en nuestro país los ojos de los hombres y mujeres que trabajan para el régimen son manantiales de un odio feroz contra los seres humanos, similar a los ojos de los hombres y mujeres que trabajaron para Hitler, Stalin, Mao Zedong, Kabuga o Pol Pot.

Los autores de la indagación sobre la violencia en Venezuela, dejan a un lado los otros cientos de miles de personas que han muerto durante el mismo periodo por hambre, por falta de medicinas o por carencia de tratamientos en los colapsados centros de salud, producto del saqueo cometido en el país.

Se concentraron exclusivamente en las muertes violentas, esas que se conocen como ejecuciones extrajudiciales, en los crímenes por torturas en los centros de reclusión, en los ciudadanos que asesinaron los policías y los militares durante las protestas de calle, en las desapariciones forzosas, en los homicidios encargo y en las victimas de las bandas y megabandas armadas por el régimen.

Toman en cuenta únicamente los crímenes cometidos por esas verdaderas ratas mataporgusto y sanguinarias bestias cuya única ley vigente es el artículo 666 de la Constitución del  Ak-47, el fusil Kalashnikov con el que fueron equipados por la Republica para defender al ciudadano, la Ley y conservar la independencia nacional, deberes que no cumplen ni por asomo.

Con esas cifras, durante el régimen chavista, Venezuela pasó a tener la tasa más alta de homicidios del mundo con sesenta asesinatos por cada cien mil habitantes y, lo que es peor, un tercio de ellos cometidos por los cuerpos de seguridad.

La investigación a la que tuvimos acceso destaca que los cuerpos policiales y militares asesinan diariamente entre 12 y 20 venezolanos, un ser humano cada dos horas aproximadamente.

Lo más triste es que de los trescientos mil asesinatos cometidos durante ese lapso, doscientos mil fueron jóvenes, entre 14 y 19 años de edad.

Señala el informe que, con la revolución socialista de Chávez y Maduro, bajo la tutela de los cubanos y el apoyo de los rusos, chinos e iraníes, los asesinatos en Venezuela han aumentado en 600 por ciento. Más que en Brasil, que tiene siete veces nuestra población.

Esto significa, más allá de las cifras, que es la forma más cruda de anonimato para las víctimas, que el asesinato en Venezuela ya alcanzó la categoría de industria, una pujante fábrica roja que solo produce dolor, injusticia, muerte y desolación.