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[Viene de parte 4: La Nueva Gestión Pública]

 

La gobernanza es el tercer gran paradigma de la gestión pública. Los autores que la defienden critican al modelo anterior, la Nueva Gestión Pública, porque señalan que lleva a la fragmentación y a la pérdida de control en lo público, ya que supone la existencia de muchos actores en la gestión (en ese caso las empresas) y todos con la misma autoridad y con estructuras diferentes. Otro de los problemas que le vieron en su momento a la Nueva Gestión Pública fue, precisamente, que los nuevos problemas que comenzaron a surgir (y estamos hablando ya de los años 90 del siglo pasado), no encajaban con la organización que había en ese momento. Empezaron a surgir problemas de medioambiente, de seguridad global, etc. Y lo único que había era consorcios público-privados o empresas privadas, que no eran capaces de hacerles frente a esos nuevos problemas. Entonces se comenzó a evidenciar la necesidad de una organización diferente.

Así, la gobernanza plantea que, por supuesto que las empresas privadas son importantes, pero las instituciones públicas también lo son.

Hay un autor, llamado Jan Kooiman, que dice lo siguiente: “Ningún actor por sí solo tiene el conocimiento necesario para solucionar problemas sofisticados, ningún actor tiene un potencial de acción suficiente para dominar de forma unilateral. Esto no era así en los otros dos modelos [la burocracia y la Nueva Gestión Pública]”. Plantea, entonces, la gobernanza un equilibrio o una colaboración entre Estados y empresas privadas.

Para ello, propone una organización distinta, usando las jerarquías típicas de la burocracia, el mercado que defiende la Nueva Gestión Pública y sobre todo las redes. Y eso es, en esencia, la gobernanza: el gobierno en red. En la gobernanza, las responsabilidades no son solo atribuibles a la administración pública o a la empresa privada, sino a un punto medio entre los dos.

Forman parte de la institucionalización de la gobernanza las oenegés, los grupos de interés, las iniciativas comunitarias locales en muchas formas y áreas de gobierno, las empresas, las organizaciones internacionales, los Estados nacionales, etc.

Pensemos, por ejemplo, en un problema en una comunidad, en un municipio, en un estado o en el país que requiera la acción mancomunada, el trabajo en red, de varios actores para hacer frente a una situación. ¿Cómo sería, en gobernanza, la creación de las nuevas leyes de educación en la Venezuela libre? ¿El Estado papá, solito, dictaría las leyes y proveería los servicios o nos abrimos a los profesionales de la educación, a los grupos de interés en la materia, a las empresas, a las experiencias internacionales, etc.?

La gobernanza plantea pensar fuera de la caja y del corsé del Estado y del corsé de lo privado. Obviamente, este modelo implica que haya confianza en una sociedad, porque plantea trabajo en equipo y necesariamente debe haber confianza entre todos los actores que hacen parte de una red. Implica interdependencia.

Hay tipos de redes:

  1. Formal o informal: Varía de acuerdo con el objetivo.
  2. Intra o interorganizacional. Es intra cuando se ponen, por ejemplo, varios departamentos de una organización a trabajar en pro de un objetivo; y es interorganizacional cuando varias organizaciones conforman esa red.
  3. Las redes pueden ser abiertas o cerradas: si permiten o no la adición de nuevos integrantes.
  4. Hay redes de corta o de larga duración.
  5. Hay redes de un sector específico o de uno más amplio: si se va a trabajar una red para los servicios públicos, en general, o si se va a constituir una para el servicio de agua potable, específicamente.
  6. Puede haber redes para la formulación u otras para la implementación de políticas públicas.

 

En fin, la gobernanza plantea que la legitimidad de la gestión pública vendrá dada por la interacción que haya entre los distintos niveles de gobierno, las organizaciones empresariales y la sociedad civil.

Desde luego, también han surgido críticos de este modelo de gestión pública que dicen, principalmente, que es un paradigma que no se corresponde con la democracia representativa tradicional y que plantea serios problemas de legitimidad: ¿quién decide quién participa y quién no participa de una red? Si algo no sale bien, ¿quién asume y cómo la responsabilidad? Y hay otros críticos, que plantean que las redes deben ser también gobernadas, dando pie al surgimiento de una especie de paradigma nuevo: la metagobernanza.

Habiendo ya revisado los tres grandes paradigmas de la gestión pública, es pertinente volver a la pregunta inicial de esta serie: ¿cuál queremos para la Venezuela libre?

Finaliza en parte 6: La mejor gestión para Venezuela