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El portal de la Real Academia Española  dice de la palabra «fallido» lo siguiente: «Del ant. fallir ‘faltar’, ‘engañar’, y este del latín fallĕre ‘inducir a error’, ‘engañar’.
1. adj. Frustrado, sin efecto. (*)

La inserción de la referida cita define desde su raíz al concepto «fallido», estudiado e introducido por la Real Academia de la lengua Española (RAE). Esto nos lleva a examinar el fundamento y significado de dicho concepto desde su más profundo origen, asunto que en el caso particular que nos ocupa permite conducirnos con claridad el uso de una determinada expresión en referencia a un fenómeno específico, como en el presente caso, cuando nos atrevernos a calificar la conducta de un sujeto o un grupo de sujetos agrupados en función de un fin, a decir de la OPOSICIÓN FALLIDA.

Por su parte, la institución de la lengua en mención, al introducir el concepto OPOSICIÓN establece lo siguiente: Del lat. oppositio, -ōnis, procediendo a describir el concepto, entre varios, en los siguientes puntos:
1. f. Acción y efecto de oponer u oponerse.
2. f. Disposición de algunas cosas, de modo que estén unas enfrente de otra. (Omisis)
3. f. Conjunto de grupos o partidos que en un país se oponen a la política del Gobierno o al poder establecido.»

Nuestra rica lengua castellana, plena de recursos expresivos como los denominados «refranes», nos facilita ciertas explicaciones como cuando nos dice cosas como las que siguen:

  • «Al buen entendedor pocas palabras» o
  • «Lo que esta a la vista no necesita anteojos».

Si a esto le aplicamos un aderezo de filosofía cartesiana, nos encontraremos con lo que el ilustrado maestro dejó establecido como «CLARIDAD y DISTINCIÓN, simientos de la determinación de VERDAD, fundamento relevante del conocimiento, con lo cual, el mencionado sabio demarcaba y potenciaba la modernidad que nos trajo a la contemporaneidad.

La relación de lo que antecede con el título que define el presente enfoque, pasa por colocar en el tapete la expresión OPOSICIÓN FALLIDA partiendo de sus respectivos contenidos conceptuales en relación a la experiencia del fenómeno político venezolano y en atención a las connotadas conductas de los denominados actores políticos que en los últimos 60 años han puesto rostro de liderazgo en el país.

Aquí hay que destacar lo que por experiencia percibimos de nuestra historia contemporánea develando, como lo vivido en el campo de lo político, en la mayoría de los casos ha tenido como protagonistas a una gran cantidad de operadores analfabetas exprofeso del oficio político, piratas, asaltantes de la función publica, delincuentes de cuello sucio quienes investidos de un cierto carácter de liderazgo hicieron del ejercicio de la política un hecho asqueroso de donde la percepción de la mayoría ciudadana lo vino considerando «un asco, un charquero», donde para estar habría necesariamente que enlodarse, generando que en la generalidad de los casos la gente decente no procuro ni asomarse a activar en eso llamado «política».

Por supuesto que esa gran mancha histórica de nuestras vivencias ha tenido sus extrañas excepciones, a saber de aquellos que en verdad lo dieron todo, hasta la vida, en procura de logros favorables en la realización y conducción de esta nación llamada Venezuela. Pena da reconocer que no han sido muchos, por lo que aquí, dejo en la libertad del conocimiento y de las consideraciones particulares de quien esto lee, haga sus propias conclusiones respecto a quienes pudieron hacerlo bien o mal en lo político.

En orden a lo anterior y, ubicándonos en esta contemporaneidad, es pertinente precisar que con la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (Año 1958), en Venezuela se inicia lo que se conoce como la «era democrática», también denominada por algunos como: «democracia formal» o «democracia de partidos». En esto es preciso destacar que como tal proceso humano, la democracia trata de una realización posible en el marco de ciertos principios, a saber: progresividad, favorabilidad y espectativa plausible, en un marco de legalidad donde prelan todas las voluntades ciudadanas para el alcance de sus fines y cometidos.

La democracia se inscribe dentro de esas realizaciones posibles que idealmente persiguen la perfectibilidad de sus logros poniendo bajo control lo imperfecto. Es decir, la democracia en tanto que obra humana camina bajo el ideario del «deber ser» de la perfectibilidad de sus actos para lo cual desarrolla actos de dominio, control y castigo de las conductas que se desvíen de dicho ideario, para lo cual se cuenta con el acuerdo ciudadano en la Concepción y aplicación de la ley. De esta manera es de considerar que la naturaleza del ejercicio político comprende una relación de posición de gobierno y oposición.

En el caso venezolano, durante los primeros 40 años se presentaron a la palestra política dos partidos políticos predominantes identificados como Acción Democrática y Copei, y con ellos una variedad de partidos que con su modesta participación dejaban constancia de vocación «democrática» en un entendimiento que a modo de acuerdo rigió para la época. Estos partidos minoritarios derivaron en algo que el decir político coloquial terminó denominando: «el chiripero».

Estos grupitos de alguna manera hacían su intervención en los llamados acuerdos políticos de entonces dentro de ese juego de intereses donde el ejercicio de la política en Venezuela mostraba reparto de poderes, prebendas y jugosos contratos con base a los dineros públicos. Lo público y notorio permitió determinar que los actores políticos que tenían el deber de cumplir con el rol del equilibrio a decir de la necesaria OPOSICIÓN para la función del control del gobierno no cumplieron con dicha función, dejándose evidencia que la denominación de «democracia formal» abarcó todo el espectro político a decir de una «oposición formal» ajena a sus principios y fines.

Es de observar que, esa manera de hacer política de los primeros 40 años, corrió su arruga hacia los siguientes 20 años, en curso, con toda su experiencia acumulada y agravada por la realidad que nos arrastró a esta realidad país. En si, esa forma de hacer oposición política en Venezuela nació y se desarrolló de esa manera y la experiencia dice que no tiene arrepentimiento y por ende cambio en sus fórmulas. Aunque no es tan simple el análisis de esta situación país, por lo menos, la realidad lleva a concluir que para esa manera de ejercer política y su oposición no hay más sentido que negociar lo que sea y como sea con tal de satisfacer intereses particulares, ellos no saben otra cosa y no harán otra cosa que acomodarse y atornillarse a sus propias apetencias.

De modo que para un régimen fallido una OPOSICIÓN FALLIDA. Ahora bien, para y por la salud del país que tiene rostro de ciudadanía, cabe decir que ya la nación no soporta ni lo uno ni lo otro, por cuanto ambos son uno solo en su esencia, fondo y fines.

 

(*https://bit.ly/3h7nWgo

Asdrubal Romero Silva
Abogado
Secretario político municipal – DEM Barinas
@AsdrubalRomer16