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De cartón y adornada con papeles de colores, en sus entrañas lleva figuras de plástico, unas de género animal y otras de apariencia más humana; alacranes variopintos, súper héroes que se rajan, falsos caballeros andantes, y unas cuantas golosinas, con esto será suficiente; así se fabrica en Venezuela una piñata electoral.

Vestida para la ocasión, nunca le faltará una cuerda de la cual colgarse, y por supuesto tampoco la mano fuerte que a conveniencia la mueva, hasta que acontezca lo inevitable y la deje caer para que la rompan en mil pedazos, momento en el cual, los mismos de siempre, se echarán al piso a recoger todo lo que puedan, aunque en la algarabía del momento se le rompan las rodillas con su inevitable arrastre. Antes de ello, por previsión y para que después no lloren, habrán recibido un resuelto cotillón.

La analogía podría ser o no, de su gusto, pues bien sabemos la ilusión que una genuina celebración con piñata tiene en el corazón de los más pequeños y de aquellos que con cariño la recordamos. Pero dado que hoy pocos niños tendrán la dicha de disfrutarla, me permitiré ilustrar con su ejemplo cómo en Venezuela han actuado siempre quienes impiden o cuando menos detienen que sencillas ilusiones como estas, y otras grandes como el reencuentro de nuestra familia dispersa por el mundo, se materialice en nuestro suelo.

Ellos son los falsos adalides de la democracia venezolana, esos que nunca pierden espacios, los que manipulan bajo la premisa de o “votamos o nos matamos”, los que se autodenominan sensatos, pacifistas y demócratas, los que alegan que “esto lo resolvemos nosotros”, y juran rechazar a los violentos mientras que se transan con ellos, esos son hoy los responsables, son ellos quienes con su entreguismo dificultan el camino de la libertad.

Se trata de dobles agentes que con la promesa de poner fin a un régimen despótico se hacen de una falsa representación de la oposición, y ya, en el camino, deciden actuar a favor de aquellos a quienes prometieron enfrentar. Poco o nada les importa la opinión de quienes dicen representar, actúan de esa manera porque son ladrones de tiempo capaces de lanzar a una sociedad entera a las fauces de la tiranía a cambio de lograr algo más que unos cuantos coroticos, sino de la obtención de su beneficio particular.

Estos piñateros electorales esgrimirán; tolerancia, respeto y reconocimiento del otro, con el único fin de procurar que una ciudadanía, ya esclarecida, participe de su estrategia entreguista de diálogos inútiles, farsas electorales y negociaciones fraudulentas, pero una vez más se equivocarán, pues ya nadie se cala este tipo de propuestas que solo roban tiempo y futuro a una sociedad que aun abatida sigue en pie de lucha por su libertad.

Ellos representan a esa dirigencia que ningún país merece, quiere, ni debe tener; son los eternos vividores de la política, para quienes esta es conveniencia, mas no servicio. En Venezuela ellos son los mismos que niegan una operación para la paz y la estabilización del país porque prefieren convivir con un sistema criminal que le cumple unos cuantos compromisos a cambio del tiempo y oxigeno que ellos le concedan: esos una vez más le están invitando a una fiesta con la mafia, fiesta que en esta ocasión incluye una estrambótica piñata electoral.

Posdata: y después de la resaca, lo que viene es salsa y cacerola, pa que se saque Ud.
ya sabe que…