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Ya no hay libros ni librerías en Venezuela. No se diga que el mercado editorial quebró por culpa del COVID19. Desde muy antes, ninguna novedad bibliográfica se produjo ni llegó a nuestros puertos. Lo que quedan son las viejas obras que danzan por aquí o por allá, de mano en mano. Todos los vendedores de libros están en quiebra. Las bibliotecas cerradas e incineradas, como la de la UDO en Cumaná. Los escritores tienen sólo a disposición las redes sociales, los estudiantes, productos digitales. Sin embargo, la interconectividad en Venezuela es difícil por el deliberado entorpecimiento de CONATEL, los elevados costos de los equipos electrónicos y su muy difícil reposición.

El régimen socialista le metió un inmenso dineral a la producción y distribución del libro en años anteriores. Se apropió de la red de librerías llamadas Kuai-Mare, le cambió el nombre por Librerías del Sur y se atrevió a hacer ferias que eran de viejos ejemplares de los depósitos. Adquirió imprentas para producir hasta 20 millones de libros al año.

¿Entonces, qué pasó? Por un Manifiesto de Cartagena de bajo tiraje, editaba veinte panfletos de propaganda política. No eran muchos, la verdad. Y la sospecha se hizo realidad: emplearon las máquinas, el papel y la tinta para producir afiches, pendones y toda suerte de propaganda electoral en los fraudes plebiscitarios que siempre ha organizado. Anegó las calles y los postes de cualquier baratija publicitaria. En eso se fue la materia prima. Por rojos-rojitos que fuesen numerosos poetas, novelistas y ensayistas, se quedaron con las ganas de publicar. No hubo palanca que se impusiera. Y si dijeron 20 millones de libros, imaginemos por un momento también a dónde fue a parar ese papel: mercado negro.

La Venezuela estudiantil, ya sin estudiantes, antes de la pandemia,  desde hace añales, no tiene a la mano un libro producido y comercializado acá. Mucho menos, importado. Quedamos aislados, porque nos prefieren ignorantes, ágrafos, dependientes. Esta vez, el libro en Venezuela ha sido derrotado por el socialismo antes que por las redes digitales que todavía se resisten.