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El liberalismo, en conjunción con los postulados del desarrollo glocal-sostenible, de la economía naranja y el emprendimiento, promete un sin número posibilidades favorables para el desarrollo regional donde lo más importante, es el ciudadano.

Si los nuevos responsables de la concepción y planificación del desarrollo nacional y regional asumen desde ya la importancia de la creatividad –y de su obligada conversión en innovación como pilar fundamental de la transformación nacional, estarán allanando el camino hacia la evolución necesaria: libre empresa, libre mercado y competitividad. Permitir, desarrollar y capitalizar talentos, capacidades, el patrimonio cultural e inmaterial, los recursos naturales, los conocimientos ancestrales, académicos o proveniente de las nuevas tecnologías, los activos ambientales y emprendimientos… llevará en el mediano plazo nuestra transformación y expansión a ser un fenómeno indetenible, que no podrá ser atajado con postulados o teorías progresistas.

Indudablemente el libre mercado y el capitalismo por surgir, aprenderán de las lecciones y experiencias vividas; habrán de asumir el reto de equívocos propios y ajenos, pero avanzarán como la fuerza impulsadora de esta urgida nación.

En este contexto, la innovación en el desarrollo glocal será crucial para responder a la demanda global de bienes y servicios desde las posibilidades y prácticas locales sostenibles. El componente del modelo basado en el desarrollo glocal innovador impulsará la nueva ciudadanía de hombres libres, enfatizándose en el compromiso con el ambiente y la equidad entre los habitantes para su desarrollo holístico. La promoción de la innovación, conjuntamente con el aprovechamiento de lo existente: infraestructura, conocimiento, los talentos y recursos locales dentro de los postulados de la sostenibilidad, impulsará el desarrollo brindando un inmenso caudal de oportunidades, al tiempo que se contribuye con el progreso de la aldea global.

Equivalentemente, el sumar al modelo la economía naranja brinda un caudal infinito de posibilidades. La economía naranja vincula positivamente la cultura con la economía, donde los valores primordiales y fundamentales son la innovación y la creatividad para el desarrollo económico liberal de las regiones y para la transformación de la sociedad. La economía naranja contempla la explotación y producción positiva de áreas aprovechables para el desarrollo local y del ciudadano: el patrimonio ancestral, cultural material e inmaterial, como las tradiciones, los festivales, carnavales, bibliotecas, museos, el folclor, la gastronomía, la arquitectura; en las artes visuales: la educación artística y cultural, música, pintura, escultura, fotografía, espectáculos, artes escénicas; en los medios, el cine la televisión, la publicidad, los software de contenidos, agencias de noticias, servicios de información; en las creaciones funcionales: artesanías, joyería, diseño, sectores editoriales, moda, juegos, la educación creativa, la investigación, entre muchas otras área más.

La economía naranja apunta a la creación y consolidación de negocios que brinden nuevos e innovadores productos y servicios a partir de este inmenso filón de riqueza: la cultura, el patrimonio, las artes, el deporte y la creatividad.

Nada de lo expuesto en la conjunción de estos dos modelos de desarrollo podrá apuntalar el progreso anhelado si el liberalismo no se asume como filosofía política para regir la vida de la República. Las políticas públicas liberales, para normar y orientar un modelo de avanzada, darán cabida a espacios creativos, esfuerzos colaborativos y emprendimientos e industrias innovadoras. Producto de estas políticas, la gestión pública aumentará indudablemente en eficacia y eficiencia, habrá de mejorarse los servicios y la atención al ciudadano, construyéndose así la Venezuela libre y próspera para los venezolanos.

Mauricio Guerrero
Coordinador de Gestión Pública Vente Táchira