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Lo que la historia del Holocausto nos sigue enseñando es que con unos potentes mecanismos de control, las ansias de un “líder” por consolidar su dominio en la sociedad, pueden volverse insaciable, puesto que todo el mundo, sin excepción, pasa a convertirse en susceptible y potencial amenaza para su poder.

Ante las acciones desplegadas en diversos sectores del municipio por quienes usurpan la alcaldía de Independencia, los yaracuyanos estamos observando con preocupación cómo se ha llevado a cabo esta práctica, la cual resulta una forma de control social sobre los ciudadanos, manteniéndolos confinados con medidas aborrecidas, sin comida, sin tratamiento, sin servicios públicos, y por si fuera poco, marcando las residencias – al  mejor estilo nazi- de quienes son sospechosos o dan positivo en las pruebas sobre el virus chino.

Cabe destacar que meses atrás, quien usurpa el cargo en la gobernación del estado Yaracuy giraba instrucciones en diferentes alocuciones a sus fuerzas colaborativas para que agotaran la búsqueda de aquellas personas que publicaran fotos de los infectados por la pandemia, a los fines de darles captura para su presentación ante los organismos que fungen como su brazo ejecutor.

El ocupante del palacio de gobierno señalaba que “quien realice publicaciones de los infectados los expone al escarnio público y eso debe ser penado”.  Ahora bien, ¿Acaso la colocación de una calcomanía en la puerta principal de la residencia de un ciudadano, no es exponerlo a acciones de xenofobia, desprecio o etiquetamiento? ¿Con ello no se está violando el derecho de  igualdad y de no discriminación que tiene todo ciudadano, así como la protección a su dignidad?

Sin duda el régimen nazi fue el mayor genocida que el mundo haya contemplado. Asesinó en doce años, a más veinte millones de personas, entre judíos, polacos y soviéticos, incluidos prisioneros de guerra. Cifra a la que podría acercarse el conglomerado criminal presente en nuestro país. Venezuela está siendo hundida por un régimen cruel que extermina a sangre fría a sus hijos. Acabó con los centros de salud, planteles académicos de todos los niveles, lugares  de trabajo.

Lo más desgarrador es ver los hogares convertidos en campos de concentración, donde cada día mueren niños, ancianos y otros seres vulnerables, por falta de alimentos, medicinas y en definitiva, sin la estabilidad económica que produce un salario digno. La solución para controlar la pandemia no es continuar vulnerando los derechos del ciudadano, sino crear las condiciones para el acceso de los bienes y servicios que garanticen el manejo de esta novedosa situación. Por supuesto, ello solo será posible en libertad.