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Continúa en Venezuela el drama de la poca existencia o racionamiento de gasolina al extremo que los venezolanos tienen que dormir en sus respectivos carros en largas colas por días, además de sufrir los vejámenes y humillaciones de guardias nacionales y funcionarios policiales.
Atrás quedó el hecho que el régimen ante la falta de gasolina se vio obligado a requerir la ayuda de su par Irán, que envió cinco buques cargados de combustible, derivados, piezas e insumos tendentes a tratar de poner a funcionar nuestras refinerías que se encuentran en un 10% de operatividad, para intentar producir gasolina.
 Ante la llegada de los tanqueros iraníes con gasolina se creó mucha incertidumbre en el país porque Irán, igual que Venezuela, tiene sanciones impuestas por USA. Por ello, el régimen temía un bloqueo de los estadounidenses.
Sin embargo, el arribo de los buques iraníes propició que un grupo de milicianos flamearan la bandera iraní, y el régimen se atribuyó lo que denominó como “Victoria Popular”.
Igual que siempre, engañaron a los venezolanos, porque este hecho de importar gasolina sólo evidencia el fracaso estruendoso del chavismo en la conducción de nuestra máxima empresa petrolera: Pdvsa, a la que arruinaron con una mala política petrolera, regalías a otros países y la mayor corrupción que se conozca en la historia contemporánea de nuestro país. Las refinerías fueron desvalijadas, eso nos permitía producir y refinar 1.300.000 barriles diarios, que además de surtir el mercado interno también servía para exportar combustible.
El régimen con esta gasolina importada diseñó lo que podríamos calificar como un “APARTHEID”, cuando estableció beneficios sólo para un sector de la población que contara con el carnet de la patria o estuviese suscrito al sistema patria, que no es otra cosa que una manera de control social. Beneficios como el de la gasolina subsidiada a un costo de cinco mil bolívares (5.000,00), mientras el otro sector debía pagar 0,50 $ por litro, lo que se tradce sin lugar a dudas en la gasolina más cara del mundo.
Como si fuera poco, acontecen mil cosas más con la gasolina. El régimen procedió a “confiscar” las estaciones de servicios, despojando a los dueños que por 40 o más de 30 años regentaron estas bombas de gasolina. Alguien podría decir que son concesiones, y es correcto, pero muchas no se habían vencido, y lo grave es que se adueñaron de los inmuebles propiedad de los confiscados, sin ningún pago, siguiendo la tónica del intergaláctico, que se cansó de expropiar inmuebles, empresas y concesiones que le han causado muchos daños al país, de ahí que todos los arbitrajes internacionales los ha perdido la República, ejemplo Crystallex.
Por esta circunstancia, viene a mi memoria la célebre frase de la política más preclara que tiene Venezuela, la de María Corina Machado cuando le dijo a Chávez en su mejor momento y que nadie se atrevía a decirle nada: “Expropiar es robar”, ¡cuánta razón tenía nuestra líder!.
Estas estaciones de servicio pasaron a manos de militares afectos al régimen, para que tengan grandes ganancia y mantengan su lealtad al sistema criminal.
Ya es insoportable la situación que vivimos los venezolanos, no solamente por la pandemia que nos azota, que ha ocasionado infinidades de muertos y que desvirtúan las cifras engañosas del régimen; es la hambruna, la falta de ingreso por un país paralizado y se suma el problema de la gasolina, que está evitando que la gente pueda desplazarse en sus vehículo en la búsqueda de alimentos y medicamentos, amén de las penurias de los productores para llevar sus productos a los mercados de abastecimiento.
Ahora bien, en la medida que se intensifica la escasez de gasolina, se hace mayor el abuso de militares en su mayoría de rango medio, quienes tienen la alta responsabilidad de garantizar la seguridad de las estaciones de servicio, pero contrarían esta función, ya que son los que propician el malestar de los usuarios cuando hacen pasar a sus amigos o clientes dolarizados, en franco irrespeto a la cola y mucho menos el número de placa, actúan como los dueños de las estaciones de servicio, y ante cualquier reclamación de los ciudadanos asumen una actitud arrogante, agresiva y amenazante de detención.
El atropello militar llegó al clímax en la estación de servicio Buenos Aires de la ciudad  de  Aragua  de  Barcelona, donde  el mandamás  es el  Capitán Carlos Alberto Borregales. Presuntamente desenfundó su arma de reglamento, que le fue confiada para la defensa de la República y la ciudadanía, y la accionó causándole la muerte a Carlos Chaparro e hirió de gravedad a Cristóbal Ruiz, quienes llevaban días en una cola para surtir de gasolina, y le reclamaron al militar su indignación, por el abuso de pretender que le suministraran el vital combustible a sus amigos o cliente dolarizados.
Por ello, en alusión a este hecho, el título de mi artículo. Por cierto, ya el fiscal usurpador Tarek William Saab anunció que hubo un enfrentamiento, que no fue tal. La ciudadanía espera que haya justicia, nada de impunidad por tratarse de que el supuesto homicida sea un militar.
Esta tragedia que enluta un hogar venezolano pudo haberse evitado. Recientemente, la destacada periodista venezolana Maibort Petit había denunciado a este Capitán Carlos Borregales por la mafia gasolinera que mantenía en esa estación de servicio, y que actuaba prevalido de su condición de supuesto hijo de un general y familiar de la esposa de Diosdado Cabello. Por ello se siente protegido. ¿Y qué será de la vida de Padrino López? Anda más preocupado por sus arengas políticas y aspiraciones presidenciales, que por velar por el desempeño de sus subalternos.
Este tipo de conducta de un militar hacia la ciudadanía constituye una agravio a la institución castrense, que pasó de ser respetada a ser despreciada, remotamente se recuerda el lema “El honor es su divisa”, ahora es ese, pero la divisa estadounidense. No a la impunidad militar.